En el año 1274 a. C. se enfrentaron dos ejércitos colosales en las llanuras en torno a la ciudad de Qadesh, en el sur de la moderna Siria. El faraón del Egipto del Imperio Nuevo, Ramsés II, y el rey de los hititas, Muwattali II, gobernaban sendos reinos prósperos y pujantes que competían por el control del Levante mediterráneo. Esta rivalidad condujo a uno de los mayores enfrentamientos de la Antigüedad que, además, coincidió con el apogeo del carro de guerra, lo que se tradujo en el despliegue de miles de ellos en lo que probablemente fuera la batalla de carros más numerosa de la Antigüedad.
Durante décadas, la comunidad científica dio por válida la distorsionada versión egipcia de la batalla de Qadesh, según la cual el faraón aplastaba a sus enemigos. La realidad, tal y como hoy la conocemos, fue menos gloriosa: el resultado de la batalla fue indeciso, ya que ninguno fue capaz de imponerse sobre su contrario. Ahora bien, estratégicamente, supuso un fracaso para los egipcios, que no lograron ganancia alguna ni la restauración de los límites territoriales de tiempos anteriores. Ramsés II, humillado, se vio obligado a compensar con propaganda y ficción su derrota en la realidad. Ahora bien, el vencedor no sospechaba que menos de un siglo más tarde su reino desaparecería de la Historia, junto con otros tantos, durante el turbulento tránsito de la Edad del Bronce a la del Hierro. Y, con ello, buena parte de los documentos hititas que pudieron haber ofrecido una versión alternativa de los hechos. Queda, por tanto, en manos de los historiadores modernos la reconstrucción veraz de la batalla de Qadesh y, para ese fin, hemos tratado de poner en común las opiniones de algunos de los máximos especialistas en un tema espinoso y aún no cerrado, pero por lo mismo, fascinante.