Pirro I, rey de Epiro entre los años 307 y 272 a. C. (intermitentemente), es recordado, entre otras cosas, por la expresión “victoria pírrica”, alusiva a aquella obtenida con mayor pérdida que el oponente. Pero su apasionante vida va mucho más allá. Llevado por la ambición y el deseo de emular a su pariente lejano, Alejandro Magno, una generación anterior a la suya, Pirro invadió el sur de Italia. Su propósito era conquistar un imperio por la fuerza de las armas, en concreto, con un ejército de dimensiones modestas pero equipado y entrenado conforme a los modelos que poco antes había empleado Alejandro Magno en Oriente, un modelo completamente diferente a aquel empleado por los pueblos de Italia. Por entonces, Roma era ya la potencia hegemónica en la península itálica y la “liberación” de los pueblos suditálicos del yugo latino fue la excusa que empleó el epirota para extender su dominio por la región. En este número se describen los sucesos desde los comienzos del reinado de Pirro hasta su abandono de Italia en dirección a Sicilia, en 278 a. C.