Descripción
La nueva realidad social resultante de la evolución del Imperio romano en su periodo reciente –desde la perspectiva de la parte occidental del mismo– dibujó en la Hispania tardorromana un panorama singular. Los siglos IV y V implicaron cambios en la administración, y la ciudad siguió un curso distinto en el que los grandes espacios forenses y edificios de espectáculos –con la excepción del circo– fueron perdiendo el protagonismo que habían tenido antaño. El cristianismo irrumpió en un plano más palpable, aunque aún sin la preeminencia que habría de adquirir siglos más tarde. En el ámbito rural, las élites se esforzaron exhibir su poder y su prestigio mediante la monumentalización y explotación productiva de grandes villas, que se ornaron con espectaculares mosaicos y mármoles y con estancias de autorrepresentación para el lucimiento del dominus. Con el tiempo, estas expresiones de poder habrían de sufrir nuevas transformaciones, y la tardoantigüedad auguraba ya un nuevo periodo en el que el cristianismo habría de tener una presencia material mucho más visible y las grandes villas residenciales terminaron siendo recicladas para un uso productivo o incluso funerario, a veces con pequeñas iglesias rurales adyacentes que prefiguraban las realidades que se reafirmarían en el Medievo.