Tarteso

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«Iberia se parece a una piel de toro, tendida en sentido de su longitud de Occidente a Oriente, de modo que la parte delantera mire a Oriente y en sentido de su anchura del septentrión al Mediodía» (Libro III Geografía, Cap.II-3). Así describía Estrabón la forma de Iberia. En la antigüedad las leyendas sobre el extremo de Occidente y las Columnas de Hércules hacían que esta parte del mundo perteneciese a la fantasía y el misterio, tierras visitadas por héroes. En estas tierras ha permanecido envuelto en un halo de misterio el concepto de Tarteso/Tartessos, generando paradigmas y contraparadigmas en la investigación científica histórico-arqueológica. Las dificultades de esta última para diferenciar identidades étnicas y el gran número de preguntas sin contestar hace que este número suponga todo un desafío. Así que dejamos atrás las columnas que separan Iberia del resto del mundo antiguo y nos adentramos en el mundo tarteso.

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Descripción

Tarteso

Tarteso en las fuentes y los inicios de la arqueología tartesia por Francisco Gracia (Universitat de Barcelona)

Las leyendas sobre el extremo Occidente y las Columnas de Hércules forman parte de la esencia de la mitología mediterránea en la que se funden lo fantástico y lo desconocido, las tierras ignotas con los ciclos de los héroes. Gerión y su legendaria monarquía aparecen citados, entre otros, en las obras de Hesíodo, Estesícoro de Himera, Apolodoro de Atenas, Arriano, Heródoto, Virgilio, Diodoro Sículo y Justino a partir de Gneo Pompeyo Trogo. Dichos textos, unidos a las referencias a los viajes de los héroes aqueos, nóstoi  como Ulises, Antenor, Anfíloco y Teucro, a Iberia en su azaroso retorno a Grecia tras la Guerra de Troya, ayudaron a configurar la visión de un territorio de fabulosas riquezas, dominado por una monarquía hereditaria y situado en los confines de la tierra, al que solo los héroes podían acceder y regresar indemnes. Pero no todo era producto de la fértil imaginación de los poetas. Las navegaciones micénicas durante el Bronce Final, la apertura de las rutas hacia Occidente por los comerciantes fenicios,  y el inicio de la colonización griega, ayudarán a configurar un relato en que sobresaldrá un nombre en el que se aunaban la riqueza y el poder: Tarteso. En este artículo se recogen las principales interpretaciones sobre Tarteso en la historiografía de buena parte del siglo XX (y con anterioridad), muy basadas en las fuentes escritas, y los comienzos de la arqueología tartésica, que culminará con el paradigma de Tarteso entendido como el desarrollo de una cultura autóctona fuertemente influida por la cultura fenicia en el sudoeste peninsular. Se incluyen en él un mapa a doble página de David Sancho con el territorio tartésico y sus áreas de influencia (siglos IX-VI a. C.), en el que se señalan los principales enclaves fenicios, tartésicos o de otras culturas locales contemporáneas, así como las necrópolis y santuarios hasta ahora conocidos. Complementa el artículo una ilustración de ªRU-MOR reconstruyendo un intercambio comercial entre fenicios y tartesios en una playa onobense.

estructura social en Tartessos

Ritos funerarios y estructura social en Tartessos por Mariano Torres Ortiz (Universidad Complutense de Madrid)

Los rituales funerarios de las poblaciones tartésicas del sudoeste de la península ibérica han sido objeto de interés desde los trabajos pioneros del arqueólogo angloespañol George Bonsor, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, en la comarca de los Alcores de Carmona y áreas aledañas, a los que habría que unir el hallazgo casi contemporáneo de las primeras estelas de guerrero, a las que se atribuyó entonces un evidente carácter funerario como marcadores de tumbas. Desde entonces, nuevas excavaciones llevadas a cabo con metodología científica moderna han venido a enriquecer el panorama, destacando las excavaciones en la necrópolis onubense de La Joya, las nuevas intervenciones en la necrópolis de Setefilla y las excavaciones en las necrópolis de Medellín, Las Cumbres y La Angorrilla. Sin embargo, siguen existiendo problemas, como la casi total ausencia de tumbas del Bronce Final que sirvan de precedente a la numerosa cantidad de ellas atestiguadas a partir del siglo VIII a. C., así como el hecho de que algunos investigadores consideran que buena parte, cuando no todas las tumbas tartésicas de la Edad del Hierro, serían en realidad fenicias. Con estas premisas, el artículo se sumerge en la evolución de las sepulturas tartésicas a lo largo de más de tres siglos, así como en la interpretación en clave social de las mismas.

fenicios Tarteso

Fenicios en Tarteso: de la invisibilidad literaria a la evidencia arqueológica por Eduardo Ferrer-Albelda (Universidad de Sevilla)

Hasta hace aproximadamente una década, la identidad étnica y cultural de Tarteso jamás había sido cuestionada. En la historiografía española plurisecular Tarteso fue considerada como una ciudad, un emporio, un reino o una cultura arqueológica netamente autóctonos. Desde época medieval hasta los años 60 del siglo XX se buscaron en Tarteso las raíces raciales y culturales de España, aunque los cambios sociales y políticos de la década siguiente propiciaron un cambio de nomenclatura y la españolidad de Tarteso dio paso a su consideración como cultura indígena o autóctona. Todo lo más se discutía si era un fenómeno local anterior o posterior a la colonización fenicia y si se podía identificar con el “período orientalizante”, es decir, con el lapso de tiempo entre los siglos VIII y VI a. C. testigo del fenómeno de “orientalización” de las poblaciones autóctonas del sur de Iberia por la acción de los colonos fenicios instalados en Cádiz y en la costa de Málaga. Esta es la versión más extendida hoy en el ámbito académico, aunque en las dos últimas décadas han surgido voces disonantes, primero tímidas, que analizaban aspectos concretos (yacimientos arqueológicos, textos), aunque no suponían una enmienda a la totalidad; sin embargo, la suma de dudas y evidencias ha permitido diseñar una nueva historia de Tarteso en la que ya no existen ni ciudad, ni cultura arqueológica, sino un territorio bañado por un río homónimo, étnica y culturalmente heterogéneo, aunque con un componente fenicio muy notable. El artículo incluye un mapa de las principales rutas del comercio fenicio hacia Occidente en esta etapa, además de una ilustración, obra de José Luis García Morán, que reconstruye el momento del sacrificio de un toro en un santuario hallado en Coria del Río.

lengua tartesia

La lengua tartesia por Eugenio R. Luján (Universidad Complutense de Madrid)

Al igual que ocurre con las muchas lenguas desaparecidas de la Antigüedad, para intentar saber algo acerca de la lengua tartesia tenemos que basarnos en los pocos datos e informaciones que podemos recopilar a partir de fuentes diversas. A juzgar por lo que nos han transmitido algunos autores clásicos, en el caso de Tarteso deberíamos emprender nuestra tarea con cierto optimismo, pues dicha cultura habría conocido la escritura, y es bien conocido el pasaje de Estrabón (III.1.6) en el que afirma que “[Los turdetanos] son considerados los más sabios de los iberos; utilizan la escritura y de su antigua memoria tienen escritos, poemas y leyes en verso de seis mil años, según dicen”. Si los tartesios eran un pueblo culto que conoció la escritura, cabría la posibilidad de que hubiera llegado hasta nosotros algún texto en su lengua y, por tanto, pudiéramos estudiarla directamente, pero la realidad es mucho más compleja, y los datos procedentes de la denominada “escritura tartesia” corresponden en realidad a un territorio vecino al tartésico, pero no a su verdadero foco. Se incluye un mapa, compilado a través del Proyecto Hesperia, con los hallazgos de escritura en el sudoeste peninsular con anterioridad al siglo IV a. C.

 santuario de Cancho Roano

Túmulos tartésicos. La arquitectura del poder por Sebastián Celestino y Esther Rodríquez (CSIC / Junta de Extremadura)

Hacia mediados del siglo VI a. C. se detecta en el núcleo de Tarteso un profundo cambio del que seguimos ignorando sus verdaderas causas; así, en muchos de los yacimientos del valle del Guadalquivir y de la provincia de Huelva, se manifiesta un momento de decadencia y abandono que ha sido definido como la crisis de Tarteso. Sin embargo, y frente a lo que algunos defienden, la cultura tartésica aún tendrá un largo recorrido pues, si bien es cierto que se difumina en el sur peninsular, su esencia se proyecta hacia las tierras del interior, en concreto al valle del Guadiana, una región entendida desde los años 80 del pasado siglo como la periferia y la frontera de Tarteso. De ese modo, entre finales del siglo VII y principios del VI a. C. el valle medio del Guadiana fue testigo de un fuerte crecimiento demográfico que supuso el desarrollo de un patrón territorial propio. Se rompía así con la escasa información que teníamos sobre el poblamiento de este territorio durante el Bronce Final, a la vez que se inauguraba un modelo de asentamiento que, a pesar de su originalidad, hundía sus raíces en la cultura tartésica. En este artículo se analizan los principales túmulos tartésicos conocidos, y se incluye un mapa con la ubicación de los hasta ahora localizados, así como una magnífica ilustración a doble página realizada por Josep R. Casals en el que se reconstruye el famoso santuario de Cancho Roano en su fase A.

estelas del oeste

Las estelas del oeste y el componente autóctono en Tarteso por Sebastián Celestino (CSIC / Junta de Extremadura)

Una de las expresiones más singulares y con mayor repercusión bibliográfica internacional han sido, sin duda, las estelas de guerrero del oeste peninsular. Han sido tantas y tan variadas las interpretaciones que se han hecho de estos monumentos, que han sido denominados de diferente manera según el periodo de investigación en el que nos encontremos. Sin embargo, a medida que se iban descubriendo más ejemplares, comenzaron a ser citadas habitualmente como “estelas del Bronce Final” para así eludir el problema de su origen, máxime cuando ya se habían descubierto un buen número de ejemplares en la vertiente atlántica, de donde procedían las armas representadas. Desde los primeros estudios sobre el tema, ya algunos investigadores se atrevieron a darles una función concreta, designándolas como “estelas funerarias” al relacionarlas con las losas del Alentejo portugués, si bien estas estaban decoradas con armas esculpidas en relieve y pertenecían a una fase anterior, por lo que las estelas de guerrero serían sus herederas. La denominación geográfica se convirtió pronto en la referencia menos comprometida, hasta generalizarse, en los años 80 del pasado siglo, la definición de “estelas del suroeste”, mientras se desecharon términos como “funerarias” o “del Bronce Final” toda vez que el avance de la investigación ponía en serias dudas esas definiciones. Hoy en día, y teniendo en cuenta su iconografía y el periodo cronológico en el que se desarrollan la mayor parte de ellas, se las denomina, por lo general, como “estelas de guerrero tartésicas”, mientras que si nos ceñimos a su dispersión geográfica, podríamos referirnos a ellas como “estelas del oeste”, pues los hallazgos de los últimos años han rebasado con creces ese límite suroccidental al haberse descubierto estelas en la zona occidental de la Meseta norte, en el norte de Portugal y en el sur de Galicia. Acompañando al artículo, se incluye un mapa con la localización y tipología de las estelas conocidas.

cultura tartésica

Las cosas de Tartessos: cultura material en la Iberia de los siglos VIII a VI a. C. por Javier Jiménez Ávila (Consorcio Ciudad Monumental Histórica-Artística y Arqueológica de Mérida)

Desde el siglo VIII y hasta el VI a. C. circularon en la península ibérica gran cantidad de objetos de prestigio (oros, bronces, marfiles…) que adoptaron formas propias del arte del Próximo Oriente, constituyendo la manifestación más occidental del fenómeno orientalizante del Mediterráneo. No siempre es fácil determinar en qué ámbito se realizaron, aunque lo más probable es que la mayoría de ellos fueran obra de artesanos fenicios instalados en la costa meridional de Iberia. Estos objetos aparecen casi siempre en las sepulturas de personajes destacados del interior peninsular, por lo que suelen incorporarse a los estudios de la llamada cultura tartésica, otorgándole así una incierta corporeidad arqueológica. La iniciativa de proporcionar un soporte material que diera cuerpo arqueológico a lo que las fuentes antiguas denominaban Tartessos está en la base del surgimiento de la “cultura tartésica” como una construcción intelectual contemporánea que, vista con la perspectiva que nos da el tiempo, seguramente tuviera poco o nada que ver con la realidad etnográfica y cultural del sur de Iberia de los siglos VIII a VI a. C.

santuario de El Carambolo

Cuando acabó todo. Un final para el mundo tartésico por José Luis Escacena (Universidad de Sevilla)

En el año 573 a. C., Tiro, la vieja metrópolis fenicia impulsora de la colonización cananea del Mediterráneo, cayó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los soberanos asirios anteriores también habían sometido los principales puertos del litoral libanés, obligándolos a pagar los correspondientes tributos; pero el nuevo monarca cambió esta política por la destrucción, el destierro y la sustitución de poblaciones. Este hecho supuso el detonante de una serie de cambios drásticos que afectarían a la red comercial fenicia por todos los ámbitos coloniales, desde el Levante hasta los confines de Occidente. La situación de estasis económica y social que el mundo tartésico había conocido durante tres siglos se desploma repentinamente. Los pilares básicos de dicha estabilidad habían sido la agricultura, la ganadería y la producción de metales, todo ello amalgamado por una alta demanda interna y externa canalizada a través de importantes redes de mercado e intercambio. Egipto y las civilizaciones del Próximo Oriente asiático habían monopolizado durante esa fase arcaica de la colonización fenicia –el tiempo de Tartessos– la demanda fundamental de los metales del rico suroeste hispano, especialmente de plata. Pero el nuevo marco histórico impuesto por Nabucodonosor quebró una de las patas de ese trípode económico. Al finalizar los pedidos desde el Mediterráneo oriental, la minería y la metalurgia del mundo tartésico se fueron a pique, arrastrando al resto de su economía a una crisis acelerada que precipitó el final del frágil equilibrio político, social y étnico mantenido durante trescientos años. Incluye una ilustración de reconstrucción del célebre santuario de El Carambolo en su fase de esplendor; obra de Rocío Espín.

Era de Vendel

Introduciendo el n.º 13,  El periodo de Vendel en Escandinavia. Un preludio a la Era Vikinga por John Ljunkvist (Uppsala Universitet)

La fase más conocida en la historia escandinava temprana es sin duda la Era Vikinga, un periodo en el que los escandinavos tuvieron un gran impacto sobre otras sociedades, desde el imperio Bizantino en el este hasta la esfera noratlántica al completo. Los vikingos tienen su origen en una sociedad prácticamente iletrada, que no pudo escribir su propia historia oficial ni competir contra los cronistas de la Iglesia europea en la temprana Edad Media que, habitualmente, los mostraba como brutales paganos que ponían en constante amenaza al mundo cristiano. Los guerreros escandinavos eran en efecto saqueadores y asesinos en muchos casos, pero probablemente no más que los combatientes de otros ejércitos contemporáneos a ellos. El periodo que antecede a la Era Vikinga en Escandinavia tiene distintos nombres. Los suecos lo llaman el periodo de Vendel, partiendo de una conocida necrópolis; los daneses, por su parte, lo conocían como el Germánico tardío; mientras que los noruegos lo denominaban el periodo Merovingio. En Suecia, esta etapa es especialmente conocida por los magníficos enterramientos en barco que la caracterizan, en especial de los procedentes de Vendel, que dan nombre al periodo. En ellos, ricos guerreros fueron enterrados junto con panoplias completas, objetos domésticos y gran cantidad y variedad de animales como caballos, perros, halcones y búhos para la caza o ganado, símbolos de riqueza y bienestar.

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