Agripina. Una mujer a las riendas del Imperio por Emma Southon
El emperador Nerón nació como Lucio Domicio Ahenobarbo en el mes de diciembre del año 37 d. C. Lo hizo de forma inusual, saliendo al mundo al revés, de nalgas en vez de con la cabeza por delante. Sabemos esto porque su madre escribió sobre ello en su autobiografía y porque un autor coetáneo copió de allí ese fragmento en un trabajo sobre este tipo de partos. Esta información podría parecer mundana, pero es extraordinaria. Hasta donde sabemos, la madre de Nerón, Julia Agripina Augusta, fue la única mujer en los mil años de historia de Roma que escribió una autobiografía. Fue capaz de registrar su vida en un escrito y eso es algo que hay que tomar muy en serio, puesto que fue una mujer extraordinaria y porque es imposible entender a Nerón sin entender a Agripina. El artículo se acompaña de un árbol genealógico con las relaciones familiares de los emperadores Julio-Claudios.
“¡Qué gran artista muere conmigo!”. La personalidad de Nerón por Jerry Toner (Churchill College – University of Cambridge)
Por las noches, Nerón solía disfrazarse de esclavo y salía a deambular por las calles y las tabernas de Roma. Esto resultaba más sencillo antes del gran incendio del año 64, cuando las calles de la vieja ciudad eran estrechas, oscuras y tortuosas. El emperador merodeaba entre las sombras hasta que se cruzaba con una víctima inocente a la que asaltaba de improviso con no poca violencia. Si alguien se le resistía, lo apuñalaba y tiraba su cuerpo a las cloacas. Una víctima que tuvo las agallas de defenderse logró imponerse al emperador y lo aporreó hasta casi matarlo. Nerón le obligó a suicidarse. Rompía las puertas de las tiendas y entraba para robar y, de vuelta al palacio, subastaba su botín al mejor postor, convirtiendo la residencia imperial en una especie de mercadillo de objetos robados. Cuando se supo de los escarceos del emperador con el parrandeo criminal gratuito, muchos otros siguieron su ejemplo. Se decía que había tantas bandas de asaltantes que, de noche, Roma se convertía en una ciudad capturada por el enemigo. El artículo se acompaña de una ilustración de José Luis García Morán que reconstruye el momento en que Nerón, conduciendo una cuadriga de diez caballos en los Juegos Olímpicos, cae aparatosamente del carro en plena curva del circo.
Nerón: el emperador por John F. Drinkwater (University of Nottingham)
Tradicionalmente se ha concebido a Nerón como un emperador despótico, cruel e incluso depravado, y por lo tanto abocado al fracaso. Sin embargo, su gobierno resultó ser, en muchos aspectos, extraordinariamente exitoso. Dado que los historiadores modernos están de acuerdo en que nuestras principales fuentes sobre Nerón –Tácito, Suetonio y Dion Casio– tenían prejuicios contra él, se han propuesto distintas formas de resolver esta contradicción. Aquí apuntaré mi propia solución al problema. Aunque la psicología de Nerón se trata en otro lugar en este mismo volumen, cualquiera que pretenda aproximarse al personaje debe extraer sus propias conclusiones acerca de su estado mental, ambiciones, carácter y logros. Mi opinión es que Nerón no estaba “loco” ni se veía inclinado a la tiranía, humana o divina, ni era, en los estándares de su tiempo, un personaje “malo”. Con este artículo incluimos un mapa del Imperio romano en tiempos de Nerón, y del itinerario de su único viaje fuera de Italia, en el que realizó en una gira-espectáculo que le llevó a los teatros y certámenes poéticos y deportivos de Grecia entre los años 66 y 67.
La Domus Aurea y la reestructuración urbanística del centro de Roma por Ricardo Mar (Universitat Rovira i Virgili)
El nuevo palacio de Nerón, construido tras el incendio del 54, ocupaba un inmenso parque sobre el que se dispersaban pabellones, peristilos y edificios. La propaganda antineroniana culpó directamente al emperador de construir un palacio que parecía devorar Roma. Sin embargo, no hemos de engañarnos, la sucesión de parques y edificios que permitió constituir la Domus Aurea fue solo la conclusión del proceso de concentración inmobiliaria que se había iniciado con Augusto. A través de herencias, requisas y compras este proceso dejó en manos imperiales un impresionante patrimonio que a la muerte de Claudio se concentraba en dos bloques principales: la colina del Palatino, que casi completamente era de propiedad imperial y las laderas del Esquilino hacia el valle del Coliseo. Estas últimas, fueron ocupadas desde época tardorrepublicana por nobles villas de recreo y jardines de tipo oriental-helenístico que acabaron perteneciendo al dominio imperial. Fueron célebres los jardines de Mecenas, donados a Augusto, y los de Lucio Aelio Lamia (horti lamiani), donados a Tiberio. En medio de ambos grupos de propiedades, junto a la Sacra Via, se encontraba la casa y terrenos de la familia del padre de Nerón, Cneo Domicio Ahenobarbo, cuya ubicación permitió que Nerón pudiese construir la Domus Transitoria. Una espectacular ilustración a doble página que reconstruye la Domus Aurea de Nerón, obra de Josep R. Casals, y un plano de las numerosísimas estancias del pabellón del monte Oppio, el edificio más representativo de los conservados del palacio neroniano, complementan a la perfección la detallada información de este artículo.
Roma en llamas. El incendio del 64 y los cristianos por Joaquín Ruiz de Arbulo (URV-ICAC)
Nada era más cotidiano en la Roma antigua que las inundaciones del Tíber y los incendios. La población se había acostumbrado a las periódicas avenidas del río, que según los años y durante días convertían en navegables los barrios bajos de la ciudad e incluso el propio Foro Romano. Y otro tanto ocurría con los incendios en una Roma de trazado irregular, levantada en sus barrios populares con edificios de madera y barro de varias plantas de altura, apretados unos contra otros y comunicados por estrechas callejas. Cada cierto número de años se producía en Roma un incendio espectacular. Las fuentes escritas mencionan hasta ochenta y ocho grandes incendios en la historia de la Roma antigua. Dejando atrás los cinco siglos de la República, tan solo en época de Augusto se produjeron ocho diferentes en los años 31, 23, 16, 14, 12 y 9 a. C., y 3 y 6 d. C. Otros dieciséis incendios son mencionados seguidamente entre los años 36 y 104 d. C., más o menos a razón de uno cada cinco años. Y continuaron… Algunos de estos incendios dejaron huellas profundas por su extensión, duración y daños producidos. De todos ellos, la Europa cristiana guardaría en su imaginario colectivo un recuerdo especial hacia ese gran incendio de año 64, ocurrido como se ha dicho durante el mandato del emperador Nerón. Y es que los primeros cristianos de la urbe fueron convertidos en culpables oficiales del gran desastre y condenados por ello a la tortura y la muerte públicas. Un mapa a doble página de la ciudad de Roma en tiempos de Nerón nos ilustra acerca de cómo este gran incendio, que ardió durante nueve días, se extendió por la ciudad y destruyó buena parte de sus excelsos monumentos.
La corte imperial por Kirk Freudenburg (Yale University)
Tras un período inicial de estabilidad, la corte de Nerón experimentó un rápido y progresivo proceso de transformación a medida que los consejeros que habían sido colocados para guiar los esfuerzos en la gobernanza del emperador fueron cediendo el paso a amiguetes que acapararon poder para sí mismos alimentando los delirios de este. Nerón fue apoyado en los primeros años de su reinado por un estrecho círculo de colaboradores que incluían a Anneo Séneca, Afranio Burro y su propia madre, Agripina. Sus actividades fueron responsables de los tempranos “maravillosos años” del reinado del emperador (el llamado quinquennium Neronis), que son bien conocidos no solo porque llamaron la atención de los historiadores –quienes vieron a estos consejeros intentando y fracasando una y otra vez en su propósito de controlar al joven y recalcitrante Nerón–, sino también porque sus actividades se llevaban a cabo en el ojo público por cuestión de necesidad política. Este trío conformaba el dream team del reinado de Nerón. El artículo incluye una ilustración obra de Eloi Molas reconstruyendo un episodio en el que Nerón huye de Roma junto con su reducido círculo de confianza, constituido por apenas tres acompañantes, en el momento que es declarado enemigo público por el Senado y depuesto como emperador, pocas horas antes de su muerte.
Más allá de Nerón: los senadores en el Alto Imperio por Josiah Osgood (Georgetown University)
Si hubiera que destacar un único rasgo del mundo romano en época de Nerón, sería su fuerte jerarquización. Los habitantes del Imperio competían de forma implacable por progresar. Incluso los esclavos, los que ostentaban el estatus más bajo, podían presumir de sus títulos laborales, como sabemos a través de monumentos que erigieron: “Eumolfo, esclavo de César, encargado del mobiliario de la Domus Aurea [de Nerón]” o “Polytimo, camarero de Popea Augusta, esposa de Nerón César Augusto”. Cuando los esclavos obtenían su libertad, como ocurría con frecuencia, a menudo construían lujosos monumentos funerarios para sí mismos. El liberto Pallas, secretario de finanzas bajo el reinado de Claudio y aliado próximo de Agripina, registró en su tumba un decreto del Senado que le distinguía con una importante cantidad de dinero y un cargo político honorífico. La historia de Vitelio, como todos los dramáticos sucesos del año 69, es un epílogo del reinado de Nerón, pero tiene un especial significado para los historiadores que investigan acerca de cómo fue el Imperio en el que nació y finalmente gobernó. Los historiadores antiguos como Tácito o Suetonio se centraron en las figuras de los emperadores, de modo que hay que rebuscar para hallar información sobre los cientos de hombres que formaron parte del Senado en aquellos momentos.
Y además, introduciendo el n. º 28, El arte mueble del paleolítico cantábrico por Olivia Rivero (Universidad de Salamanca)
En 1879 Marcelino Sainz de Sautuola descubrió el techo de los polícromos de la cueva de Altamira y, desde ese momento, el arte paleolítico entró en la esfera de la investigación prehistórica, dotando al hombre paleolítico de una complejidad simbólica y artística insospechada hasta ese momento. Sin embargo, ya desde 1833 se conocía la existencia de decoraciones sobre fragmentos de piedra y hueso. El primer objeto decorado reconocido como prehistórico fue hallado en Francia, en la cueva de Chaffaud, y en él se encuentran grabadas dos ciervas, cuya antigüedad se estima en 15 000 años. Esta y otras muchas piezas que fueron apareciendo a lo largo de las primeras excavaciones arqueológicas tanto en Francia como en España, comenzaron a formar parte de un elenco de objetos decorados que pasó a conocerse como arte mobiliar (o arte portátil), para diferenciarlo del arte parietal, representado en las paredes de las cavidades.