“Y respecto a lo que dices, de que trato de emular las hazañas de Agamenón, te engañas; pues mientras él valiéndose de Grecia entera, necesitó casi diez años para conquistar una sola ciudad, yo, contando tan solo con la ayuda de una sola ciudad, la nuestra, he conseguido en un solo día liberar a toda Grecia, haciendo que los lacedemonios huyeran” (Cornelio Nepote, Epaminontas V.6). Así se expresaba –en palabras del historiador romano– el general tebano Epaminondas, henchido por el orgullo de haber derrotado en el campo de batalla al temible ejército espartano, y haber logrado arrebatarle el dominio sobre el resto de Grecia. Tras las Guerras del Peloponeso (431-404 a.C.) Esparta había sido la potencia hegemónica en la Hélade, pero sus sucesivas derrotas ante la modesta ciudad de Tebas alteraron el equilibrio de poder. Pese a no haber sido capaz de formar una comunidad de poleis claramente sujetas a la metrópoli, Tebas se situó como potencia hegemónica hasta su derrota ante las falanges macedonias en la batalla de Queronea (338 a. C.). Analizamos los factores y personajes que impulsaron a Tebas al éxito, para comprender un tiempo que hizo de bisagra entre el mundo clásico y el helenístico.