Bien es conocido el gusto de los poetas y dramaturgos griegos por dar explicaciones míticas a los fenómenos históricos para enaltecer la figura de sus antepasados. El mito, en ocasiones una herramienta de manipulación política, sirvió para la conformación de la cultura siciliana en un medio ajeno aunque la permeabilidad de la cultura griega favoreció un sincretismo entre ambas. Izamos las velas de nuestro trirreme para navegar por aguas mediterráneas hacia la tierra de lo desconocido, donde dioses juegan a ser mortales y los héroes juegan a ser dioses. En este número acompañaremos a las mujeres de Gela en la celebración de las Tesmoforias, a los héroes en sus legendarios viajes. Contemplaremos la ferocidad de Etna y recorreremos las creencias y prácticas religiosas de esta isla. Hacia la Sicilia griega nos dirigimos empujados por los fuertes vientos de Eolo; hacia una tierra hollada por los dioses.
Sicilia Griega. Tierra de dioses
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Descripción
“La Sicilia mítica” por David Vivó
“[…] Hablaremos en primer lugar sobre Sicilia, no solo porque es la más fértil de las islas, sino también porque es la primera por la antigüedad de los mitos que se refieren a ella” (Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica, V.2.1, trad. de J. J. Torres, BCG, 2004). Sicilia es una tierra abundante en mitos debido principalmente a tres factores: su situación a occidente del mundo egeo, conocida en época micénica pero a la vez lejana y misteriosa; el Etna, siempre presente y amenazante, recordatorio constante del mundo ctónico; y su enorme riqueza cerealista, determinante en una sociedad eminentemente agraria como la griega. En este artículo haremos un recorrido por los principales mitos griegos que tuvieron lugar (o que así se atribuyó en la literatura clásica) en suelo siciliano. Desde los héroes como Heracles, Odiseo o Eneas hasta dioses como Hefesto o Perséfone, pasando por Dafnis y las ninfas, Dédalo y Minos, seguiremos el recorrido de estos y otros personajes protagonistas de los mitos. El artículo cuenta con un magnífico mapa a doble página obra de David Sancho que recoge el recorrido y localización de los mitos sicilianos, así como la espectacular ilustración, obra de Milek Jakubiec, de un episodio mítico de La Odisea, representando la pentecontera de Odiseo y sus compañeros navegando por el estrecho y peligroso paso dominado por los monstruos Escila y Caribdis.
“Religión y relaciones interculturales en la Sicilia griega” por Adolfo J. Domínguez Monedero
La llegada de los griegos a Sicilia con el objetivo de implantarse de manera estable en la misma para reproducir las formas de vida que habían dejado atrás en Grecia, algo que conocemos con el no demasiado adecuado nombre de “colonización”, quedó marcada por la erección de un altar consagrado a Apolo Arquegeta (es decir, “Fundador”) a las afueras de la ciudad de Naxos (actual Giardini-Naxos). Ese altar les servía a los griegos que salían y llegaban a Sicilia como embajadores sagrados como el punto en el que agradecían al dios Apolo el éxito de la travesía o se encomendaban al mismo para garantizarse un buen viaje. La religión era algo que, para los griegos, estaba siempre presente de forma natural en sus actividades. Diversos dioses presidían todas ellas, desde las más cotidianas hasta las que subrayaban los lazos de pertenencia a la comunidad cívica. Era por tanto necesario disponer de diversos espacios en los que se rendía culto a esos dioses que aseguraban la permanencia de la familia y de la comunidad política.
“Santuarios y prácticas religiosas en la Sicilia griega” por Jesús Carruesco
Cuando Ulises arriba náufrago a la isla de Feacia, el poeta de La Odisea nos explica que Nausítoo, padre del actual rey, había conducido a su pueblo hasta allí huyendo de la imposible convivencia con los salvajes cíclopes en su anterior hábitat (Homero, Od., VI.4-12). Al llegar a la isla, Nausítoo trazó el recinto de las futuras murallas, construyó las casas en su interior, situó los templos de los dioses y distribuyó las tierras de cultivo circundantes. Estas acciones constituyen la esencia misma de la fundación colonial tal como la entendían los griegos, con Nausítoo actuando como el prototipo del oikistés. Si nos fijamos en la alusión a los templos,entre las casas y las tierras de cultivo, podemos constatar el importante papel que la ubicación de los santuarios tenía en la articulación del territorio de la polis, tanto el espacio intramuros del casco urbano como el ámbito rural de la chôra. En su rica diversidad, desde los imponentes templos de los dioses olímpicos hasta la sacralización de espacios naturales como las fuentes o las cuevas, habitados por las ninfas o las divinidades ctónicas, o las tumbas y herôa donde se celebraba el culto funerario a los héroes del mito, los santuarios de desplegaban sobre el territorio en una red de puntos nodales interconectados por la frecuentación de los fieles, siguiendo los ritmos temporales de la vida de las personas y del calendario de las fiestas anuales, en estrecha simbiosis con el ciclo agrícola. Son, de hecho, las múltiples prácticas religiosas las que definen y animan los santuarios: las procesiones que los ponían en relación entre sí y con el casco urbano, las ofrendas de todo tipo que en ellos depositaban los fieles, los sacrificios de víctimas animales que se hacían en los altares, los banquetes que reunían en un contexto de convivialidad festiva a la comunidad de los participantes en el culto.
“El Etna en el imaginario griego. Entre la historia y la leyenda” por Andrea Debiasi
El monte Etna, cuya cima se yergue imponente y solitaria sobre la costa oriental de Sicilia, alcanzando una altura (sujeta a continuas variaciones) que supera con creces los 3000 m sobre la superficie del mar, ejerció desde siempre una fuerte fascinación entre los pueblos antiguos, atraídos a la vez que perturbados por su cualidad más llamativa: una intensísima actividad eruptiva que hace del Etna el mayor volcán activo emergido en toda la cuenca mediterránea. Como uno de los volcanes más activos del mundo, de una fuerza tan destructiva como constructiva en grado de condicionar fuertemente la actividad humana, el Etna fue objeto de crónicas y especulaciones por parte de los historiadores y filósofos griegos. Pero a su vez fue también, sobre todo, una entidad prodigiosa capaz de estimular las creencias populares e inspirar a poetas, convirtiéndose en un escenario privilegiado de misteriosas leyendas centradas en los grandiosos personajes del mito.
“Más cerca de los dioses. Templos y santuarios en la Sicilia griega y arcaica” por Clemente Marconi
La época del Grand Tour, un viaje que emprendían los jóvenes miembros de la aristocracia europea (considerado esencial para completar su educación clásica) y que desde los países del norte conducía a atravesar toda la península italiana, señala el inicio del interés de la investigación moderna por los templos griegos de Sicilia, examinados de un modo particularmente intenso entre los siglos XIX y XX, frecuentemente en detrimento de otras formas de arquitectura como los edificios civiles y la edilicia doméstica. Ese particular interés por los templos se justifica a través del papel privilegiado de este tipo de edificios, testimonios de la principal forma monumental de la arquitectura griega durante los periodos Arcaico y Clásico, en los que estas estructuras dominaban el paisaje urbano y periurbano en virtud de su situación eminente, sus grandes dimensiones y la calidad de sus materiales y decoraciones, incluyendo el uso de colores y esculturas. El particular papel de los templos como tema privilegiado en la arquitectura monumental derivaba del hecho que estos edificios eran considerados en el mundo griego símbolos de la riqueza económica y el poderío militar de las comunidades responsables de su construcción. Para ilustrar este artículo, en el que haremos un recorrido por los principales templos de la isla en este periodo, contamos con un diagrama (con gráficas y planos de David Vivó y David Sancho) que incluye las principales partes de un templo griego y un plano de la ciudad de Selinunte, con sus distintos santuarios y templos, además de una espléndida reconstrucción a vista de pájaro del Valle de los Templos de Agrigento, uno de los espacios privilegiados más importantes de toda la Sicilia clásica en cuanto a su acumulación de templos y santuarios; una ilustración a cargo de Jorge Martínez Corada.
“La isla de las dos diosas” por Joaquín Ruiz de Arbulo
Escribe Diodoro de Sicilia que su isla era la antigua Trinacria, así llamada por su forma triangular con tres cabos. Pero en lo religioso añade que Sicilia era ante todo la isla de las dos diosas: “Los siciliotas que la habitan han aprendido de sus antepasados que la isla está consagrada a Deméter y Core [/Perséfone], tradición que se ha transmitido sin interrupción a los descendientes desde tiempo inmemorial; y algunos poetas cuentan el mito de que en la boda de Hades y Perséfone la isla fue dada por Zeus a la novia como regalo de bodas” (Diod., V.2.3, trad. de J. J. Torres, BCG, 2004). La obra de Diodoro se sitúa a mediados del siglo I a. C. y esta afirmación suya coincide con lo que había escrito pocos años antes el propio Cicerón. En el año 72 a. C. Cicerón defendió la causa de los habitantes de Sicilia contra los atropellos del gobernador Verres. Entre los argumentos del segundo de sus discursos, el senador de Arpino llegó a afirmar que para los sicilianos la consagración de su isla a Ceres y Libera (los sincretismos latinos de Deméter y Core) “era una persuasión tan íntima que parecía casi innata en el espíritu de los pobladores de la isla” (Cic., Verrinas, II.IV.106; trad. de J. M. Requejo, BBG, 2000). Acompañando a este artículo, contamos con una ilustración de ªRu-Mor reconstruyendo el rito de las Tesmoforias (un rito dedicado a las dos diosas) en el santuario de Bitalemi, vinculado a la ciudad siciliota de Gela.
“Héroes míticos y héroes fundadores en Sicilia griega” por Roberto Sammartano
En la mentalidad griega, entre el mito y la historia existía una ideal línea de continuidad. En la época de los grandes héroes de los poemas épicos, se asentaron las lejanas premisas de la identidad étnica y cultural del mundo griego de época histórica, y eso es algo que puede observarse también en la fase mítica ambientada en Sicilia, que precedió en muchas generaciones a la época colonial, que arrancaba en la segunda mitad del s. VIII a. C. Sicilia ha constituido desde siempre una etapa obligada en los itinerarios de los llamados héroes viajeros en su periplo hacia el extremo Occidente, y a estos héroes se atribuye el haber dejado una clara impronta helénica en distintos aspectos de la civilización autóctona durante su estancia, dejando señales tangibles de su presencia no solo entre las gentes locales sino también en el paisaje natural de la región. Estos mismos signos habrían sido redescubiertos siglos más tarde, cuando se produjo la llegada a la isla de los colonos griegos, y se perfilaron como pruebas ineludibles de la actividad benéfica realizada por los héroes del pasado. El artículo se acompaña de un mapa de David Sancho con las fundaciones y refundaciones de colonias griegas indicando los nombres de sus oikistés o héroes fundadores, que recibían un culto especial en la ciudad, del que hemos reconstruido alguno de sus episodios representando una celebración de juegos gimnásticos frente a la tumba del héroe en el ágora de una ciudad griega a través de una excelente ilustración de José Luis García Morán.
“La efigie del mito. Religión y poder a través de la numismática” por Maria Caltabiano
Para los griegos, mythos significa la “palabra narrada”, y los protagonistas de esta son dioses, héroes y heroínas, seres sobrenaturales o mortales que han obtenido la inmortalidad. Probablemente, en ningún otro lugar como en la Sicilia griega se llegó a confiar tanto en la función narradora de las monedas, explotando con inteligencia la fuerza comunicadora del metal más o menos precioso utilizado, y el poder adquisitivo del nominal sobre el que la imagen venía impresa; todo ello a menudo organizándose en un “programa iconográfico” que unía tipologías y nominales en una estructura jerárquica que constituía el hilo conductor de la narración.
Introduciendo el número 6, “Hallazgos, traslados y robos. Una historia de las reliquias en el mundo occidental” por Ariel Guiance
“No debemos menospreciar y abandonar los cuerpos de los difuntos, sobre todo de los santos y los creyentes, de quienes se sirvió el Espíritu Santo como de receptáculos de toda clase de buenas obras […] El cuerpo es algo más que un simple adorno o un instrumento: forma parte de la misma naturaleza del hombre” (San Agustín, La ciudad de Dios, I.13). Con estas palabras, el obispo de Hipona manifestaba los inicios de un culto que habría de revolucionar la historia del cristianismo: aquel que tiene por objeto de adoración a los restos de seres humanos o de objetos asociados a ellos. De tal manera, las reliquias de los santos se convertirán en el centro de una historia (que se prolonga hasta nuestros días) en la cual se superpone lo real y lo maravilloso, lo divino y lo humano, la fe y lo racional. El tema de las reliquias probablemente constituye una de las innovaciones más significativas que impuso el cristianismo desde el punto de vista doctrinario y litúrgico. El culto dedicado a los restos corporales de seres admitidos como santos o bien de los objetos que tuvieron contacto con ellos, supuso un cambio fundamental de la tradición antigua respecto del tratamiento de los cadáveres.