Descripción

Tras la debacle de la flota persa en la batalla de Salamina, el gran rey aqueménida, Jerjes, temió que los griegos, que ahora dominaban los mares, derribaran el puente que había tendido en el Helesponto, lo que habría tenido el efecto de atrapar al rey y a todo su ejército en Grecia, aislado por tanto del resto de su imperio. Para evitarlo, Jerjes decidió abandonar la Hélade. Tras de sí dejó, sin embargo, a uno de sus mejores generales, Mardonio, al mando de un ejército de menor tamaño, aunque formado por las mejores tropas, y le encomendó la misión de completar la conquista de Grecia. Mardonio pasó el invierno en las regiones de Grecia dominadas por los persas. Y, al año siguiente, todo quedó dispuesto para el enfrentamiento decisivo entre sus tropas y las de aquellas ciudades que aún se resistían al gran rey, entre las que destacaban dos: Atenas y Esparta. En las proximidades de la ciudad de Platea, en Beocia, se libró una colosal y épica batalla que, junto con la simultánea batalla de Mícale (en la costa de Jonia), decidiría el resultado final de las Guerras Médicas. Así pues, las batallas de Platea y Mícale supusieron el fin de la expansión persa hacia occidente.