Descripción

Tras la muerte de Jesús en torno al año 30 d. C., los discípulos de este se quedaron solos. ¿Cuándo llegará el Reino que nos prometió?, se preguntaban. Pero el Reino no llegaba. El desconcierto fue largo y penoso, pero a la postre los discípulos se pusieron manos a la obra y comenzaron a predicar y pensar qué camino debían seguir ellos y sus nuevos adeptos. Los primeros cristianos de los siglos I y II viven un cristianismo muy rico, con no una sino muchísimas ideas que no siempre terminaban cuajando, pero que alentaban la proliferación de escritos que defendieran cada una de las distintas percepciones que se tenían sobre alguna cuestión concreta respecto a Cristo y su Evangelio. Al igual que no hubo un solo cristianismo, tampoco hubo una sola Iglesia, y las distintas facciones, cada vez más alejadas del judaísmo que les había gestado, se vieron en la necesidad de unificar criterios en su lucha contra las heterodoxias. Mientras tanto, muchos cristianos vivían bajo la amenaza de la intolerancia de algunos gobernadores y otras autoridades romanas locales, aunque no de una persecución sistemática en todo el Imperio. El martirio llamaba a sus puertas, prometiendo una salvación celestial con todos los honores, a la diestra del mismísimo Cristo.

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