Por encima de las copas de los árboles de la selva mesoamericana se alzan monumentales templos coronando altas pirámides, atisbando un horizonte hoy muy distinto al de antaño. Los restos de esta arquitectura monumental, en su mayoría erigida en el período maya clásico (ca. 250-900 d. C.), pueblan todavía buena parte del paisaje. Algunas de estas edificaciones están en ruinas, pero preservan aún su orgullosa estructura, sustentada capa a capa, como si de estratos arqueológicos se tratara, por otros edificios monumentales anteriores a ellas. Unos y otros son testimonios del poder y la autoridad de las monarquías mayas que gobernaron en las grandes ciudades del Clásico, expresado de múltiples formas y con distintos medios a través de estelas, inscripciones, murales pintados y objetos de lujo que acompañaban, como buenos instrumentos de propaganda, la legitimación del poder de estos soberanos, fundamentada en sus ancestros y en el diálogo con los dioses. La cultura maya ha sido siempre una de las que más ha fascinado a la investigación arqueológica, pero también a una cultura popular cautivada por el amplio conocimiento cosmológico de los antiguos mayas, su complejo y preciso calendario y sus, durante mucho tiempo, enigmáticas inscripciones, tan solo descifradas de forma clara hace cuatro décadas. Sin necesidad de recurrir a disparatadas teorías de influencias ultraterrenas que de algún modo recuerdan a las interesadas pretensiones de los reyes mayas de contar con el apoyo de sus dioses, puede indagarse en las creencias de los mayas a través de sus mitos y de sus prácticas rituales, que cuentan con aspectos llamativos como los sacrificios humanos –incluso como macabros finales en los juegos de pelota–, pero también con otras muchas formas de devoción mucho más mundanas. Pese a ese aspecto extraño, a menudo con modificaciones cefálicas y cráneos pronunciados, los reyes mayas que gobernaron con el uso de la autoridad eran muy humanos; tanto que fueron incapaces de imponerse en un territorio que en todo momento se mostró muy atomizado y fragmentado en grandes ciudades completamente independientes.
Los mayas
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Descripción
Pirámides en la selva. El descubrimiento de la cultura maya por Macarena S. López Oliva (UCM)
Desde la conquista española hasta la actualidad, la civilización maya ha sorprendido al mundo con grandes e insospechados descubrimientos que han contribuido al conocimiento científico de una de las culturas más impresionantes de América. Son muchos los diversos episodios y personajes que, durante más de quinientos años, han formado parte de esta historia llena de anécdotas y sorpresas, y aunque en los últimos años diversos investigadores han seguido desvelando piezas claves para el entendimiento de esta cultura, la espesura de la selva sigue ocultando grandes secretos aún por descubrir. El artículo cuenta con una magnífica ilustración de Sandra Delgado que reconstruye la famosa tumba de la Reina Roja, esposa el rey Pakal el Grande de Palenque.
El origen del mundo maya. Las raíces preclásicas por Arlen F. Chase y Diane Z. Chase (University of Nevada, Las Vegas)
Los restos más antiguos de las gentes que llamamos mayas se fechan de hace aproximadamente tres mil años, de alrededor de 1000 a. C. En ese momento, había pequeñas aldeas dispersas en el área maya, que hoy comprende regiones de Guatemala, Belice, México (la península de Yucatán y Chiapas), y partes de Honduras y El Salvador. Estos mayas vivieron en lo que llamamos el período preclásico o formativo en la terminología arqueológica. Aunque en muchos emplazamientos ya se erigía arquitectura monumental, el grueso de la población del Preclásico vivía principalmente en edificios realizados con materiales perecederos con zócalos de piedra bajos, que pueden por tanto ser descubiertos e investigados arqueológicamente. El texto se acompaña de un mapa de Mesoamérica con los yacimientos y focos de civilización más importantes en el período preclásico.
Palacios, gobernantes y cortesanos mayas durante el período clásico por Rocío García Valgañón
Si nuestro conocimiento sobre los mayas prehispánicos procediera del cine y la televisión, muy posiblemente les consideraríamos una misteriosa civilización constructora de pirámides. Además, si la película que tenemos en mente es Apocalypto (2006), es probable que sus sacerdotes se nos antojen sádicos contra una pacífica población selvática. Sin embargo, tanto unos como otros formaban parte de la misma comunidad y compartían unas creencias que hacían necesario cierto tipo de sacrificios; en ningún caso tan brutales como los que refleja el celuloide. También es común la creencia de que formaban un imperio; sin embargo, gracias a la arqueología y al desciframiento de su escritura jeroglífica, sabemos que se organizaron en Estados autónomos, al modo de las poleis griegas. Su tamaño, duración y relevancia fueron diversos y evolucionaron a lo largo de sus más de tres mil años de historia prehispánica. Un mapa a doble página de la civilización maya en la etapa clásica, gráficas sobre las relaciones de algunas importantes ciudades de las tierras bajas y la sucesión de sus gobernantes, y una espléndida ilustración representando un juego de pelota maya en la cancha de Copán, obra de ªRU-MOR, complementan a la perfección este artículo.
Entre el suelo y el cielo. Notas acerca del urbanismo y arquitectura de los antiguos mayas por Alejandro Villalobos Pérez (INAH / UNAM)
A diferencia de otros lugares del planeta, donde el concepto del bosque es el lugar al que los chicos no deben acercarse por el alto riesgo de no volver a casa, en el mundo maya la selva es una fuente inagotable de sustento; la matriz que todo provee, desde el más elemental abrigo con nichos ecológicos segmentados verticalmente, hasta complejas combinaciones de especies vegetales o animales y una rica e ilimitada variedad alimenticia. La selva sirvió de bastión a la resistencia maya, tanto en la antigüedad como en nuestros días; el habitante de los bosques mayas la ha convertido en su hábitat, no solo por el sustento que garantiza su continuidad generacional, sino por ser este el espacio idóneo para el indómito perfil cultural que les ha hecho trascender en el tiempo. Los núcleos urbanos que han hecho famosos a los mayas de los siglos V y VI d. C. no son explicables en ausencia de esta relación contrastante que entabla la figura artificial de los complejos urbanos y arquitectónicos, respecto de su telón de fondo selvático como componente esencial y sustancial del universo significativo y trascendental de los mayas precolombinos. En este artículo se incluyen varias ilustraciones y gráficos arquitectónicos realizados por el autor, un plano de Tikal y una espectacular doble página con una ilustración de Rocío Espín reconstruyendo la ciudad maya de Copán (en la actual Honduras) en torno al año 800.
Glifos, estelas y códices. La escritura de los mayas por Asier Rodríguez Manjavacas
La escritura es uno de los aspectos más característicos de la cultura maya prehispánica y, junto con el arte, el que más le confiere ese aspecto de refinamiento y sofisticación. En contraste con las civilizaciones andinas, que no generaron escritura, la maya forma parte de la familia de escrituras mesoamericanas, como la olmeca, la zapoteca o la mexica. De todas ellas, la maya es la más meridional y la más desarrollada; es la única escritura “completa”, apta para expresar cualquier idea mediante la transcripción fonética de palabras en un determinado idioma. Esto sitúa a Mesoamérica entre los grandes focos de cultura escrita de la humanidad, como Egipto, Mesopotamia, el valle del Indo y China. Desde su desciframiento, entre la década de los ochenta y noventa del siglo XX, la escritura maya no ha parado de desvelarnos aspectos sorprendentes de esta antigua cultura. Su creciente divulgación, en forma de manuales, páginas web y talleres, suscita cada vez más interés entre estudiantes y aficionados.
Entre dioses. El mundo sagrado de los antiguos mayas por Ana García Barrios (Universidad Rey Juan Carlos)
Los antiguos mayas concebían el mundo como una gran plancha cuadrada delimitada en cada sector cardinal por un árbol, un color y un pájaro. Sobre ese espacio plano se levantaban los trece niveles que forman el cielo, y por debajo se desplegaban las nueve capas del inframundo, el lugar donde habitaban los muertos. Eran los árboles los que a través de sus ramas y raíces conectaban el espacio superior con el inferior. Los dioses, algunos ancianos, otros jóvenes y también antropomorfos, habitaban indistintamente todos esos planos y eran concebidos como seres duales y complementarios, podían hacer tanto el bien como el mal, su materia en muchos casos estaba relacionada con las fuerzas de la naturaleza y eran percibidos como seres etéreos que podían combinarse y fusionarse entre sí. Los dioses, por supuesto, eran seres superiores a los hombres, con potencias sobrehumanas, pero también imperfectos, podían nacer y morir pero, a diferencia de los humanos, ellos tenían la capacidad de resucitar. Los señores mayas, desde su nacimiento hasta su muerte y después de esta, se valieron de diferentes estrategias para vincularse a los dioses como herramienta para someter al pueblo. El artículo incluye una ilustración que representa la deposición del cuerpo de una víctima sacrificada en el cenote sagrado de Chichén Itzá realizada por José Luis García Morán.
El “colapso” maya. Crisis y transformación en las tierras bajas del período clásico por Andrés Ciudad Ruiz (UCM)
Las investigaciones epigráficas sobre los textos escritos mayas de la etapa prehispánica llevadas a cabo en el primer cuarto del siglo XX detectaron una dramática anomalía en una de las principales manifestaciones de la vida compleja maya del período clásico (250-1000 d. C.): el fin de la talla de estelas y monumentos con textos jeroglíficos a lo largo del siglo VIII y hasta comienzos del siglo X. En esos momentos iniciales de la mayística, el contenido de la escritura jeroglífica era casi por completo desconocido. Los estudiosos dedicados a ese particular hacía tiempo que habían descifrado el modelo aritmético y calendárico que usaba este pueblo en su pasado prehispánico, y descodificado el denominado sistema de “cuenta larga”, por medio del cual los mayas del Clásico habían datado sus acontecimientos históricos y rituales, y observado que la última fecha de esta etapa se había tallado en el monumento 101 de Toniná, Chiapas, datado en 909 d. C.
Y además, introduciendo el n.º 24, Las resurrecciones de Pompeya por Tomás Aguilera Durán
En 1734 Carlos de Borbón fue proclamado rey de Nápoles y necesitaba una residencia para la temporada de caza. Pensó que Portici sería un emplazamiento ideal, entre la costa y la ladera del Vesubio, así que compró unos terrenos al duque de Elbeuf. Allí solían aparecer antigüedades romanas y, concretamente, un pozo llamado Nocerino había provisto al noble de varias estatuas. Todo esto lo sabía Roque Joaquín de Alcubierre, un ingeniero militar que trabajaba en la nueva propiedad del rey: exploró el pozo, intuyó su potencial y pidió permiso para continuar, aunque difícilmente podía predecir la magnitud del hallazgo. Con un puñado de hombres y un trabajo ímprobo fue excavando un entramado de túneles de los que no dejaban de salir piezas valiosas. Por las inscripciones, pronto se percataron de que estaban en un teatro y que se trataba de la ciudad de Herculano, sepultada por el Vesubio en el año 79 d. C.