En la Antigüedad Roma se asomó al Mediterráneo y, en apenas unas décadas, se convirtió, como diría Polibio, en amo del mundo. Pero para ello tuvo que enfrentarse a uno de los más grandes estrategas del mundo antiguo, Aníbal y a una potencia decidida a plantarle cara, Cartago. La península ibérica y sus habitantes contemplarían con sus propios ojos el poderoso choque entre Roma y Cartago en la Segunda Guerra Púnica, que quedaría marcada a fuego en la psique romana. El desembarco de Cneo Escipión en Emporion en 218 a. C. tendría unas consecuencias que ninguno de los coetáneos podría haber imaginado. Desde los clavos de las primeras caligae que pisaron nuestro suelo hasta las mismas palabras que ahora lees, tataranietas del latín, hay una línea. Recta o quebrada, pero dibujada en aquellos días.