El 1 de enero de 1959, hoy hace justo sesenta años, la Revolución cubana salía triunfante y Fulgencio Batista huía del país. Se iniciaba el proceso por el que Cuba transitó hacia el socialismo –y Fidel Castro hacia la concentración del poder– y por el que la isla desempeñó un importante papel en el contexto de la Guerra Fría, en el desenvolvimiento de la izquierda en América Latina e incluso en la descolonización del Tercer Mundo. Sin embargo, para comprender el periodo insurreccional que, entre 1953 y 1959, condujo a la caída de Batista, resulta más útil comprender la trayectoria y las tensiones de la isla durante el periodo republicano, desde la independencia no completamente resuelta de 1898, que acudir al argumento del conflicto bipolar. Consolidar aspiraciones nacionales, sacudirse relaciones neocoloniales, sacar adelante programas de reforma social y económica, establecer un régimen político estable… esas eran las piezas del tablero que desembocaron en el conflicto de los años cincuenta y a las que se pretendió dar soluciones desde distintas vías: revolucionarias, reformistas, institucionalistas…
Es en este periodo insurreccional de la Revolución cubana en el que se centra nuestro nuevo número de Desperta Ferro Contemporánea, que presta particular atención –por nuestra vocación de estudiar preferentemente el conflicto, el hecho bélico– a las operaciones y la naturaleza de la guerrilla desencadenada en 1956 desde Sierra Maestra por Fidel Castro y sus más que conocidos compañeros de desembarco en Cuba en el yate Granma. Pero esto no debe confundir al lector. Durante aquellos años fueron muchos los actores que, entre la cooperación y la competencia, se disputaron la iniciativa, la estrategia correcta y los objetivos políticos en la lucha contra Batista, y fue solo el devenir de los acontecimientos, su resultado concreto, el que acabó colocando la estrategia guerrillera como la más viable y a Castro como el actor hegemónico en el proceso que se abriría tras el triunfo sobre Batista.
Esperamos con este número transmitir al lector con eficacia el ambiente de unos años complejos, convulsos y efervescentes de la historia de Cuba, en los que, entre huelgas, pistolerismo, sabotajes, insurrecciones militares, atentados –e incluso intentos de magnicidio– y una intensa actividad clandestina en las ciudades, una guerrilla que abandonó la sierra convertida en un (modesto) Ejército Rebelde consiguió el triunfo con una combinación de pericia militar, astucia política y proyección mediática.