Deus le volt! Deus le volt! “¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!”, resonaba el grito por toda Europa occidental, eco poderoso de la prédica papal en Clermont. Solo poniéndonos en el lugar del hombre del siglo XI se puede entender el fervor místico que embargaba a las masas que se pusieron en movimiento para “liberar” los Santos Lugares, desde el campesino más humilde arrebatado por Pedro el Ermitaño a un conde de Tolosa. Pero el fervor religioso por sí solo no explica la Primera Cruzada, detrás de ella está la dinámica de una sociedad feudal amenazada por asaltos vikingos, musulmanes y magiares. Además, las motivaciones individuales podían ser de lo más variadas: desde clérigos embriagados de milenarismo hasta aventureros normandos como Bohemundo con sueños como hacerse con el Imperio bizantino. Sea como fuere, el impacto de la Primera Cruzada intensificó el contacto entre Europa occidental y oriental de una forma que llega hasta nuestros días. George Bush hablando de cruzadas contra el terrorismo, grupos terroristas como Al Qaeda reviviendo la yihad ¿Seguro que Dios quería esto?