Descripción
“Un enorme hombre se hallaba frente a mí. A primera vista parecía ser casi tan ancho como alto, pero era la anchura de sólidas carnes y músculos y no grasa. Su redonda y maciza cara estaba rodeada de una espesa barba teñida de rojo y un mechón de largos cabellos oscuros escapaba por debajo de su turbante…”. Así empezó la viajera británica Rosita Forbes su descripción de Muley Ahmed ibn Muhammad ibn Abdallah El Raisuni, uno de los personajes más carismáticos a los que tuvo que enfrentarse el protectorado español en Marruecos. Santo y ladrón, nacionalista, ambicioso y codicioso, los adjetivos con los que puede ser definido son a la vez numerosos y contrapuestos. El Raisuni era un chorfa, descendiente del profeta, lo que lo convirtió en un personaje relevante desde la cuna y fue, en palabras de uno de sus biógrafos, a la vez aliado y enemigo de España. Estuvo allí para facilitar el desembarco en Larache, se opuso a la pacificación de la Yebala, que consideraba su territorio y a cuyos habitantes dirigió en una extenuante guerra de guerrillas en la que menudearon los ataques a puestos aislados, las emboscadas y las columnas de guerra enviadas a quemar aduares y ocupar posiciones. Ni protectores ni protegidos contuvieron los golpes hasta que, en plena Primera Guerra Mundial, se firmó una paz. El líder yebalí colaboró de nuevo con España en 1916, pero solo era una tregua y, en 1919, el conflicto estalló de nuevo. Cada vez más cercado, aunque él y los suyos devolvían golpe por golpe acabó acorralado en su base de Tazarut. Todo parecía perdido, pero El Raisuni tenía la baraka, era 22 de julio de 1921 y, tras el derrumbe de la comandancia de Melilla en Annual, un nuevo Gobierno decidió que había llegado el momento de recurrir de otra vez a la diplomacia.