Hay ciertos momentos en la historia en los que una sociedad parece alcanzar su límite y se ve forzada al declive. La primera mitad del siglo XIV se convirtió en una apocalíptica y catastrófica nube que atormentó a Occidente, entre otras cosas por el azote de la peste negra. La población cristiana de Occidente no había dejado de crecer desde el s. XI, alcanzando límites que difícilmente podían ser asumidos por la producción agrícola del momento. Mucha gente y pocas tierras. Pocas tierras y con malas cosechas. La coyuntura climática cambió y las temperaturas bajaron provocando malas cosechas y el inicio de la Gran Hambruna (1315-17). Junto a ello, las guerras se multiplicaron y el modelo feudal mostraba signos alarmantes de resquebrajamiento. La chispa prendió la Guerra de los Cien Años cuando Eduardo III de Inglaterra decidió enfrentarse a su señor, el rey de Francia. Se iniciaba así una prolongadísima guerra marcada por grandes pausas que marcaría el devenir de Occidente como ninguna otra lo había hecho antes. En Desperta Ferro Antigua y Medieval dedicamos este número a la primera década del conflicto, del año 1337 al 1348.