La Guerra Civil en Vizcaya. El 31 de marzo de 1937 se hace realidad lo que generales del entorno de Franco, como Kindelán o Juan Vigón, venían reclamando: un “giro al norte” de la estrategia de la Guerra Civil a tenor de los repetidos fracasos ante Madrid. La campaña de Vizcaya se prolongó tres meses hasta la total ocupación del suelo vasco. “He tenido unas horas tan amargas y he medido tan severamente la que juzgo mi responsabilidad que […] pensé en el suicidio”. Esta era la reacción del ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto ante la noticia de la caída de Bilbao el 19 de junio, una noticia que significaba el principio del fin del Norte para la República y una derrota más inmediata de la causa del nacionalismo vasco. Mientras, salían triunfantes el tradicionalismo y el conservadurismo encuadrados en el bando sublevado, que tenían en Navarra y en parte del territorio vasco un feudo incontestado.
La Guerra Civil en Vizcaya, 1937
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Descripción
Legalidad y sublevación. Origen y actuación del primer Gobierno vasco por José Luis de la Granja Sainz (UPV/EHU)
El primer Gobierno vasco de la historia nació en Guernica, en octubre de 1936, como consecuencia del Estatuto de autonomía aprobado por las Cortes republicanas en plena Guerra Civil. Presidido por José Antonio Aguirre, el líder carismático del PNV, fue un ejecutivo de coalición, pues contó con consejeros nacionalistas, socialistas, republicanos y un comunista, aunque con una neta hegemonía del PNV. Apenas tuvo nueve meses de existencia en Euskadi, porque la conquista de Vizcaya por el Ejército de Franco en junio de 1937 le obligó a vivir un dilatado exilio.
Milicias en Euzkadi. Los problemas de la militarización por Francisco M. Vargas Alonso (Eusko Ikaskuntza)
El estallido de la Guerra Civil en el País Vasco nos ofrece un claro ejemplo de la improvisación de un ejército. El bando gubernamental movilizó numerosos contingentes de afiliados y simpatizantes de los partidos y sindicatos del Frente Popular, del anarquismo cenetista y del nacionalismo vasco. Dichos efectivos constituyeron a finales de 1936 lo que el Gobierno central reconoció como I Cuerpo de Ejército de la República en el Norte, mientras que el nacionalismo vasco lo consideró como Ejército vasco.
La campaña de Vizcaya por Fernando Puell de la Villa (IUGM-UNED)
Al llegar la primavera de 1937 Franco no había alcanzado el principal objetivo que se habían marcado los muñidores del golpe de julio de 1936: la conquista de Madrid. los referidos reveses para embolsar la capital hicieron que Franco aceptase la sugerencia del jefe de Estado Mayor de las futuras Brigadas Navarras, el coronel Juan Vigón, respaldada por el jefe de la Aviación Nacional, el general Alfredo Kindelán, de renunciar a Madrid y trasladar el eje estratégico principal al adormecido frente vasco, prácticamente inactivo desde que, en el otoño de 1936, las tropas de Mola se posicionaron en la línea del río Deva, y fracasó la ofensiva desencadenada por el aún no militarizado XIV Cuerpo de Ejército republicano contra Vitoria. El 21 de marzo de 1937, solo tres días después de producirse el descalabro italiano en Guadalajara, Franco ordenó a Mola volcar todo el potencial del Ejército del Norte contra Vizcaya.
La inferioridad aérea republicana en el norte por Guillermo Tabernilla y David Gesalí
El 31 de marzo de 1937, fecha del inicio de la ofensiva sobre Vizcaya, no había ni un solo avión de combate en los aeródromos de Lamiako y Sondika. A pesar de los esfuerzos ímprobos del personal de las Fuerzas Aéreas del Norte, que había estado poniendo en estado de vuelo la mayor parte de los aparatos que se iban averiando o accidentando, los soviéticos no mandaron más chatos y se hizo imprescindible la adquisición de nuevos cazas. Garantizada la superioridad aérea con los Fiat Cr-32 y los modernísimos Messerschmitt Bf-109, los bombarderos rebeldes operaron a placer y de nada sirvió la construcción de nuevos campos en Llodio, Ochandiano y Ugarte mientras los pilotos republicanos iban cayendo en una lucha desigual.
Los tercios carlistas en la ofensiva de Vizcaya por Roberto Muñoz Bolaños (IUGM-UNED y UCJC)
El 14 de abril de 1931, el carlismo representaba una ideología dividida y en decadencia, salvo en la región vasco-navarra –esencialmente en Navarra y en Álava, donde era mayoritario–. La suma total de requetés vascos y navarros encuadrados en unidades de combate cuando se inició la campaña de Vizcaya era de aproximadamente 6070. Menos de la sexta parte del total de tropas comprometidas en la operación; ya que las cuatro brigadas de Navarra sumaban 27 914 hombres, según los datos oficiales de los sublevados. No obstante, si bien por su número no destacaron, si lo hicieron por su valor, ya que demostraron ser unos soldados mucho más efectivos que los milicianos falangistas y sobre todo que sus “hermanos-enemigos” de Euzko Gudarostea, el Ejército nacionalista vasco.
La caída de Bilbao. El principio del fin del frente Norte por Guillermo Tabernilla (Asociación Sancho de Beurko)
A principios de junio de 1937, a pesar de que los combatientes fiaban sus esperanzas a la protección del Cinturón de Hierro –nombre con el que se conocería a la línea defensiva con la que se pretendía asegurar Bilbao y los pueblos de su entorno–, la guerra ya estaba perdida para los vascos. El día 12 de junio, a las dos y media de la tarde, la V Brigada de Navarra llegó a las posiciones del cinturón, pero ya no había resistencia por parte del Ejército vasco y, a continuación, unos 12 000 hombres de las brigadas I, V y VI de Navarra se desplegaron en abanico tras rebasar un pasillo de tres kilómetros de anchura. La villa de Bilbao, situada en un valle dominado por las alturas de Enekuri, Artxanda, Santa Marina, Malmasin, Pagasarri y Arraiz, ya estaba bajo el alcance de la artillería de grueso calibre, desmoralizando a la población civil. Sin embargo, los vascos no habían dejado aun de combatir.
La contienda naval en el Cantábrico por Michael Alpert (University of Westminster)
Abandonada la campaña para tomar Madrid, el 31 de marzo de 1937 el mando nacional comenzó su ofensiva contra Vizcaya. Ahora más que nunca era de primera importancia para los sublevados bloquear el acceso de buques mercantes cargados con materias primas y alimentos a puertos del Norte. En efecto, la guerra en el Cantábrico giró casi totalmente en torno al derecho de bloqueo, a la extensión de las aguas territoriales y a una serie de aspectos algo delicados que afectaron a los mercantes –principalmente ingleses–, a la Royal Navy, a los Gobiernos británico y nacional y a los mandos de los barcos de guerra sublevados. A pesar de su enérgica actividad, los sublevados no consiguieron bloquear la llegada de víveres y materias primas a la zona republicana del norte. El tacto y disciplina de los mandos de la Royal Navy y de los sublevados evitaron que las intervenciones de ambos en alta mar provocaran un choque armado.
El pacto de Santoña. Un epílogo controvertido a la Guerra Civil en Euskadi por Santiago de Pablo (UPV/EHU)
El 25 de agosto de 1937, miles de combatientes nacionalistas vascos se agolpaban en torno a la playa de Santoña, en Santander, a medio centenar de kilómetros del límite de Vizcaya. Los dirigentes del PNV estaban negociando un pacto con los jefes de las fuerzas italianas aliadas de Franco para rendir sus tropas, dejando a la República abandonada a su suerte. El pacto de Santoña terminó en un completo fracaso, convirtiéndose en uno de los episodios más controvertidos de la Guerra Civil en Euskadi, aunque tuvo lugar fuera de su territorio, lo que supuso una especie de epílogo de la contienda en suelo vasco. Todavía hoy, Santoña sigue siendo uno de los episodios más polémicos de la guerra en Euskadi. Para el PNV siempre ha sido un tema tabú, pero cuando ha hecho falta ha defendido su actitud, hablando de la “traición” de los italianos. Por el contrario, para izquierdas y derechas españolas es un ejemplo de la “deslealtad” del PNV, mientras que para la izquierda abertzale Santoña habría sido fruto de “la perenne claudicación del nacionalismo moderado” y de sus “pactos entre bambalinas”, frente a la lucha heroica de la izquierda revolucionaria y de los nacionalistas auténticos.
Introduciendo el n.º 10, La insurgencia en Mosul, 2003-2005 por James Russell (NPS)
En enero de 2014, fuerzas vinculadas al Estado Islámico conquistaron Mosul, al norte de Irak, desalojando con facilidad a las tropas gubernamentales. En muchos aspectos, la captura de una de las mayores ciudades del país supuso un cruel toque de atención y un doloroso recordatorio de las consecuencias de la funesta aventura norteamericana en Irak. Estados Unidos había vertido su sangre y gastado su presupuesto por todo el norte de Irak en su lucha por proteger Mosul y sus alrededores, y había trabajado sin descanso durante más de media década para tratar de erigir unas fuerzas de seguridad que hicieran frente con solvencia a la amenaza insurgente que, sin embargo, se desintegraron de forma súbita durante el asalto del Estado Islámico.