La gladiatura romana es más que un espectáculo. Es un acontecimiento popular, a la vez que una oportunidad de lucimiento de la élite. Esclavos, criminales y, a veces, hombres libres, lucharon en la arena primero para conmemorar la muerte de personajes ilustres y, más tarde, para provecho de los políticos, ya fuera como instrumento de propaganda o como obligación relacionada con la posición social o el cargo que ocuparan en municipios o en la administración provincial. Los anfiteatros, las formas de combate, el entrenamiento, el equipamiento y los emparejamientos de los gladiadores, así como las cuestiones de ámbito ritual o del puramente organizativo que rodean a esta antigua práctica, son los ejes sobre los que pivotará este número de la serie Arqueología e Historia de Desperta Ferro. Abramos, pues, las puertas del anfiteatro, para que el público pueda aclamar a los protagonistas de esta historia. ¡Los que van a morir te saludan!
Gladiadores
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Descripción
En honor del difunto: el origen de la gladiatura en Roma por Fernando Quesada (Universidad Autónoma de Madrid)
Rastrear el origen del fenómeno de los gladiadores en Roma es a la vez sencillo y casi imposible. Si nos referimos a la lucha entre combatientes, entrenados y armados de manera muy específica, para ofrecer a las masas de las ciudades un espectáculo sangriento, con unas reglas precisas y en un espacio acondicionado al efecto –como un foro– o construido ex profeso para ello –el anfiteatro–, entonces la respuesta es relativamente sencilla: estamos ante un fenómeno específicamente romano que nace en la etapa final de la República, durante el s. I a. C., y se codifica en época augustea, en torno al cambio de era. Pero si buscamos la raíz profunda de estos espectáculos, el terreno se vuelve mucho más incierto. Los más ambiciosos espadones romanos –como César– utilizaron unos combates singulares celebrados como rituales familiares de carácter funerario para convertirlos en un medio más de promoción política. En el proceso, el munus se convirtió en ludus: un deber y servicio para con los difuntos se convirtió en un espectáculo. Pero cuando los propios romanos trataron de bucear a su vez en el origen de los munera gladiatorios demostraron gran incertidumbre, y atribuyeron su origen último tanto a etruscos como a samnitas, campanos… En realidad, el origen se pierde en la noche de los tiempos.
Equipados para la arena. Los gladiadores y sus armas por David Vivó (Universitat de Girona)
La gladiatura era, en esencia, un espectáculo, y, como tal, debía ser vistoso y, al mismo tiempo, lo bastante duradero como para que al público se le ofreciera una experiencia atractiva. Con este propósito se desarrollarán las distintas categorías de gladiadores, cada una con su armadura y armamento característicos, garantizando así el desarrollo de unos combates diversos, equilibrados, emocionantes y, por supuesto, violentos. Eran la manera de luchar y las armaduras, adaptadas tanto a esta como a la forma de combatir del adversario, las que definían a los diferentes tipos de gladiadores. A grandes rasgos, las principales categorías de gladiadores se agrupaban en dos grupos (parmularii y scutarii) en función de los escudos que utilizaban, que condicionaban tanto el tipo de lucha como el resto del equipamiento que llevarían a la arena. El artículo cuenta con una ilustración de José Luis García Morán en la que se observan tres parejas distintas de gladiadores en momentos diferentes del desarrollo del munus.
Cuestión de método. Arqueología experimental y gladiatura por Luca Ventura (Ars Dimicandi)
La arqueología experimental resulta esencial para la reconstrucción de muchos aspectos relativos a la figura del gladiador y el arte de la gladiatura. Desde el Instituto Ars Dimicandi, gracias a una experiencia de décadas en este campo, podemos ofrecer una visión práctica y contrastada acerca de cómo se desarrollaban estos combates y cuál era la experiencia de los gladiadores cuando pisaban la arena del anfiteatro. Pero antes de entrar en esta cuestión, es preciso situar de forma correcta a los gladiadores en el mundo multiforme de los espectáculos gladiatorios, puesto que, sin comprender la naturaleza ritual del gladiador, no pueden entenderse la especificidad de su armamento y sus técnicas de esgrima, dado que la una no existiría sin la otra.
Un día en el anfiteatro. El punto de vista del público por Fernando Lillo Redonet
“El grupo de gladiadores del edil Aulo Suetio Certo luchará en Pompeya el 31 de mayo. Habrá cacería y toldos para protegerse del sol” (CIL IV 1189). Carteles como este de Pompeya aparecían en llamativo color rojo sobre las paredes del foro, de los cruces más importantes y concurridos o de las tumbas que se encontraban junto a las vías de salida de las ciudades romanas. En ellos podía aparecer, en letras más grandes, el nombre del editor, la persona que organizaba los juegos, bien gestionando el dinero público, bien aportándolo de su propio bolsillo. Quedaba así claro a quiénes debían los espectadores el magnífico espectáculo o munus. Pero, para muchos viandantes, el interés no residía en conocer con antelación quién sufragaba los juegos o qué día se celebraban, sino qué espectáculos iban a poder contemplar. En el texto citado no se expresa el número de gladiadores que formaría el grupo (familia gladiatoria) del edil en cuestión, por lo que podemos suponer que ya era conocido por los entendidos. Para un buen aficionado, esta información no era suficiente; necesitaba saber qué tipos de gladiadores se emparejarían, cómo se llamaban, de qué escuela procedían, cuánto habían combatido o cuáles habían sido sus victorias, o, también, qué tipo de cacería se iba a presentar o a qué fieras se enfrentaría su bestiarius favorito. Todos eran datos fundamentales para una buena discusión en la taberna o para evaluar por quiénes iban a apostar sus sestercios.
Amphi-theatrum. El origen de los anfiteatros en la Urbs y el anfiteatro de los Césares por Joaquín Ruiz de Arbulo (URV-ICAC)
Los ediles y triunfadores disponían en la propia Roma de una variada serie de grandes edificios públicos donde poder celebrar los espectáculos escénicos, circenses, venatorios y gladiatorios. Las grandes cacerías de fieras se celebraban en el Circo Máximo, y las nuevas luchas de gladiadores tenían lugar en alguna de las grandes plazas de Roma, especialmente en el Foro Boario y en el Foro Romano, donde se construían barreras y gradas de madera provisionales apoyadas en los porticados perimetrales. Y es que los gladiadores estaban de moda. En la década de los años 50 a. C., Julio César era propietario de una famosa escuela de gladiadores en Capua (los gladiatores iuliani), disuelta por Pompeyo al iniciarse la guerra civil en el año 49 a. C. y que luego volvió a abrirse. En el año 46 a. C., César celebró de forma suntuosa su cuádruple triunfo sobre todos sus enemigos. Ofreció entonces una larga cacería de cinco días, en el Circo Máximo, y también un lujosísimo espectáculo gladiatorio en el Foro Romano, en memoria de su hija Julia, muerta ocho años antes. Las habituales gradas de madera fueron cubiertas en esta ocasión, según Dion Casio, por un gran toldo (velum) ¡de seda china! Además, se cavaron una serie de galerías subterráneas bajo el propio pavimento del foro, de forma que gladiadores y fieras aparecían en medio de la plaza por medio de montacargas accionados con tornos y contrapesos. El artículo incluye un mapa de David Sancho a doble página con los anfiteatros del Imperio romano, y una magnífica reconstrucción, también a doble página, del Coliseo, el Ludus Magnus y los otros ludi que se localizaban cerca de la plaza del anfiteatro de los Césares.
Munera. La organización de los espectáculos por Guy Chamberland (Thorneloe University at Laurentian)
El origen de los combates gladiatorios continúa siendo algo impreciso, aunque sabemos que llegaron a Roma en el 264 a. C., cuando Marco y Décimo Bruto ofrecieron un combate con tres parejas para honrar a su fallecido padre (un episodio recogido por Livio y Ausonio, entre otros). En el 216 a. C., fueron veintidós las parejas exhibidas en honor de la familia aristocrática de los Emilios (Livio, XXIII.30). A pesar de que estas y otras exhibiciones gladiatorias eran de naturaleza funeraria, poco a poco fueron adoptando otra función, la de proporcionar a los más ambiciosos en el terreno de la política un medio para obtener el apoyo popular. Estos espectáculos marcaban acontecimientos excepcionales en las vidas de las élites itálicas y provinciales que los organizaban, y de ahí la urgencia por inmortalizarlos. El espectáculo financiado era la norma, y esa es la razón por la cual rara vez se registran en las inscripciones de estas élites, lo que significa que nuestras fuentes, como ocurre a menudo, nos ofrecen una imagen distorsionada de la realidad. Acompaña a este artículo una ilustración que reconstruye el combate gladiatorio del emperador Cómodo frente a un retiarius en el Coliseo, en diciembre del año 192 d. C.
La dura vida del gladiador fuera de la arena por María Engracia Muñoz-Santos (Universitat de València)
Aunque es más que probable que los primeros munera fueran bastante simples, con el aumento de la cantidad, tamaño y frecuencia de los combates, también creció su complejidad, por lo que surgió la necesidad de preparar más gladiadores para poder desarrollar estos juegos. Así nacieron las escuelas de gladiadores (ludi), donde estos eran entrenados tanto física como psicológicamente. Los dueños de estos lugares eran los lanistas, responsables de la adquisición de hombres así como de su formación. Incluye una espectacular ilustración de ªRU-MOR del desarrollo de un entrenamiento de combate en un ludus itálico.
El culto a Némesis en el anfiteatro por Georgia Aristodemou (International Hellenic Universisty)
En origen una representación abstracta de la ira bien encauzada, Némesis pronto se convirtió en una poderosa deidad del panteón grecorromano y su culto cobró cierta popularidad durante el periodo romano y la Antigüedad Tardía. Uno de los atributos más característicos de Némesis durante la etapa imperial es su intensa presencia en monumentos destinados a espectáculos de todo el territorio del Imperio, desde Britania hasta el Mar Negro. La arqueología nos ofrece firmes testimonios de la conexión existente entre esta divinidad, los monumentos destinados a espectáculos y los combates gladiatorios y cacerías de bestias que allí se celebraban. Tales testimonios comprenden desde santuarios excavados o documentados en el interior de teatros, anfiteatros y estadios, hasta pinturas murales y material escultórico (estatuas, relieves, altares) hallados en estos edificios, así como inscripciones que confirman la relación entre Némesis y los juegos a través de su texto y la identidad de los dedicantes.
Introduciendo el n.º 15, Las primeras ciudades de la Europa Templada: Los Fürstensitze hallstátticos por Manuel Fernández-Götz (University of Edinburgh)
El estudio de las primeras ciudades reviste un gran interés, dado que significa rastrear los inicios de los modos de vida urbanos que tan consustanciales resultan a nuestro mundo actual. En la Europa templada (desde Iberia central hasta Centroeuropa y las islas Británicas), los primeros centros urbanos han sido tradicionalmente identificados con los denominados oppida de los siglos II-I a. C. Sin embargo, nuevas investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en las últimas décadas han puesto de relieve la existencia de una primera fase de desarrollo urbano muy anterior, datada entre finales del siglo VII y el siglo V a. C. Estos centros, habitualmente denominados Fürstensitze (“residencias principescas”) en la nomenclatura arqueológica, se desarrollaron entre Francia central, Alemania meridional y la República Checa unos cuatrocientos años antes de los oppida. Se trata, por tanto, de las primeras ciudades al norte de los Alpes, pertenecientes a la cultura de Hallstatt (Primera Edad del Hierro). Incluye un mapa de localización de los Fürstensitze conocidos en la Europa Templada de esta época, así como una reconstrucción de la aglomeración urbana de La Heuneburg, obra del Landesamt für Denkmalpflege Baden-Württemberg, y del gran edificio absidiado de Mont Lassois (PCR Vix).