En el año 241 a. C. Cartago salía derrotada de una guerra que había sido terrible y duradera. A la humillación y pérdida de Sicilia y otros territorios hubo de sumar el pago de onerosísimas indemnizaciones de guerra que debía entregar al vencedor: Roma. Para colmo de males, hubo de sofocar una revuelta generalizada de mercenarios y de todo el norte de África, que aprovechó la circunstancia para tratar de lograr su independencia de la metrópoli. Cartago, exhausta, no sabía cómo recuperar su antiguo dominio y esplendor. Fue entonces cuando un noble cartaginés, Amílcar Barca, fundador de la dinastía homónima, tuvo la osadía de emprender la dificultosa y peligrosa tarea de expandir el dominio púnico por la península ibérica y, de paso, crear su propio reino por la fuerza de las armas. En el año 237 a. C. desembarcó en Gadir (Cádiz) al frente de sus tropas. Comenzó así una gesta colosal que no solo tendría inmensas consecuencias en el devenir histórico de Iberia sino que suscitó los recelos de Roma y, con ello, puso las bases del enfrentamiento más sangriento de toda la historia del Mediterráneo: la Segunda Guerra Púnica, de la que se hablará en números futuros. Amílcar morirá en el asedio de una ciudad ibérica, pero será sucedido por su yerno, Asdrúbal el Bello y este a su vez por Aníbal Barca, hijo del primero y destinado, por sus hechos posteriores, a ser el más célebre de todos. Elefantes batiéndose en el Tajo, crudelísimos asedios y batallas, asesinatos y traiciones jalonan la trepidante epopeya de la dinastía bárcida en Hispania, eventos anteriores y complemento perfecto a nuestro n.º 17: La Segunda Guerra Púnica en Ibera.
Aníbal en Hispania
7,00 €
2 disponibles
2 disponibles
Descripción
Amílcar Barca y la conquista cartaginesa de la península ibérica por Jaime Gómez de Caso Zuriaga (Universidad de Alcalá)
La conquista de la península ibérica por Cartago ha quedado unida a una dinastía de estrategas, los Barca. No es un caso frecuente en la historia. Las empresas de conquista y colonización suelen ser largas, obra de varias generaciones, con muchos nombres protagonistas, y dirigidas por Estados a lo largo de décadas y hasta siglos, como lo fue la misma conquista de la península ibérica por Roma. Guarda pues la rápida hazaña bárcida ciertos paralelismos con la empresa de Alejandro en Oriente, o las de César y Trajano en las Galias y Dacia, respectivamente.
Los ejércitos bárcidas en Iberia, ca. 237 – 218 a. C. por Fernando Quesada Sanz (Universidad Autónoma de Madrid)
Hay dos lugares comunes relacionados entre sí sobre la organización militar cartaginesa que, aunque tienen un componente correcto, distorsionan mucho su realidad. El primero, que los cartagineses, siendo ante todo astutos comerciantes, no fueron gentes especialmente belicosas hasta que, ya muy tarde en su historia, la amenaza de Roma les empujó a ello. El segundo, que precisamente por ello recurrieron a tropas mercenarias para formar sus ejércitos. Estas ideas convertían a los cartagineses en una sociedad oriental en occidente, esencialmente diferente a la helénica o a la romana. Sin embargo desde el estudio sistemático de las fuentes, sabemos que Cartago fue en muchos sentidos –y en el militar también– una polis similar a muchas otras del Mediterráneo. Del mismo modo, durante siglos la base de la estructura militar cartaginesa fue el principio de ciudadano propietario que se costeaba sus armas y combatía en una forma de ejército cívico. El recurso a tropas aliadas y mercenarias fue un complemento cuyo papel fue creciendo con el tiempo, pero sin anular nunca el principio básico.
Asdrúbal el Bello: un estadista en provincias por Jorge García Cardiel (Universidad Autónoma de Madrid)
Ocho años después de su desembarco en Gadir en 237 a. C., el general Amílcar Barca entregaba la vida, dejando descabezado al ejército cartaginés destacado en la península ibérica. Su yerno Asdrúbal acudió al lugar y vengó su muerte con el sometimiento de las ciudades íberas cuya revuelta la habían causado. Así, Asdrúbal se vio legitimado a ojos de la tropa como el digno sucesor de su suegro. A partir de entonces se abrió una segunda y nueva fase de dominio púnico en Iberia que destacará por el empleo no solo de las armas sino de la diplomacia con las élites de los pueblos indígenas.
Entre el Guadiana y el Duero: las campañas de Aníbal en la Meseta (221-220 a. C.) por Eduardo Sánchez Moreno (Universidad Autónoma de Madrid)
Cuando, en el año 221 a. C., Asdrúbal Barca es asesinado a manos de un hispano en un complot palaciego, el mando de los cartagineses en Iberia recae en un joven Aníbal que rondaba los veinticinco años. Curtido militar y políticamente al lado de su padre Amílcar –con quien había desembarcado en Gadir en 237 a. C. siendo un niño– y su cuñado Asdrúbal –quien le había puesto al frente de la caballería–, Aníbal es proclamado comandante en jefe por el ejército y posteriormente ratificado por la asamblea de Cartago, no sin salvar antes la oposición de los enemigos políticos de su padre. Su actividad parece responder desde el principio a una política marcadamente beligerante: una política que, corolario del proyecto expansionista iniciado por Amílcar y consolidado por Asdrúbal, llevará a la reapertura de hostilidades con Roma.
De Sagunto a los Pirineos. La marcha de Aníbal por territorio peninsular por Jaume Noguera (Universitat de Barcelona)
El paso del gran ejército de Aníbal Barca por el nordeste de la península ibérica a inicios de la Segunda Guerra Púnica no ha merecido especial atención por parte de la investigación histórica y arqueológica. Esta afirmación puede parecer exagerada, pero tenemos que recordar que tanto las fuentes escritas de la Antigüedad como la investigación actual consideran que la etapa realmente importante fue el cruce de la cordillera de los Alpes y la mítica llegada de Aníbal al norte de Italia. En este artículo el profesor Noguera analiza la toma de Sagunto por Aníbal Barca, hito de crucial importancia en la historia del Mediterráneo, y nos presenta los más recientes descubrimientos que permiten documentar el paso de Aníbal por el noreste peninsular, en su viaje en dirección a Italia.
Las monedas de los Barca por M. Paz García-Bellido (antes, CSIC Madrid)
Las acuñaciones monetarias son la única información primaria sobre los Barca y hoy podemos juzgar, al igual que los dominados, los ciudadanos y los enemigos, la información política que la familia quiso transmitir a sus contemporáneos. Esta estudiada propaganda discurre en las riquísimas emisiones de plata, oro y bronce, con imágenes cargadas de ideología política, expresada en un lenguaje helenístico bien comprensible para los usuarios de entonces y del que poseemos casi completos los códigos de lectura. Es pues, la moneda, un documento privilegiado para juzgar hoy la impresión que los Barca buscaron dejar ayer.
Las causas de la Segunda Guerra Púnica por Dexter Hoyos (The University of Sydney)
La Guerra Anibálica –como también ha sido llamada la Segunda Guerra Púnica– comenzó por una mera disputa en torno a la ciudad de modesta importancia en la península ibérica. Pero, ¿fue esa la causa verdadera o la justificación empleada por Roma? ¿Acaso provocó Aníbal el conflicto contra la voluntad de su metrópolis? ¿Obedece todo a una política de agresividad romana contra Cartago, o de Cartago contra Roma, o ambas cosas a un tiempo? La respuesta correcta probablemente no sea ni lo uno ni lo otro.
Y además, introduciendo el n.º 54, La Orden del Dragón por László Veszprémy (Catholic University Péter Pázmány)
En 1408 el rey Segismundo fundó la que fue la más célebre hermandad militar húngara, la Orden del Dragón, formada por caballeros húngaros y príncipes centroeuropeos procedentes de lugares tan lejanos como Bosnia o Valaquia –cuyo gobernante, Vlad III Tepes, Drácula, recibió el nombre precisamente por su pertenencia a ella–. Además, mediante sus miembros honorarios, tales como los reyes de Inglaterra, Dinamarca o Nápoles, cubría casi la totalidad de Europa y, si bien es cierto que la orden no sobrevivió más allá de la década de 1490, su emblema pervivió a modo de honroso distintivo en la heráldica de muchas familias nobiliarias.