Descripción
El siglo XVII fue una época de desafíos globales para la Monarquía Hispánica, y por extensión para la Armada española. La talasocracia de los Austrias, con sus territorios dispersos por cuatro continentes y separados –o conectados– a través de océanos y mares, se vio acometida en muy diversos frentes por las potencias europeas emergentes, encabezadas por los antiguos vasallos rebeldes de los Países Bajos del norte –las Provincias Unidas–, que comenzaron a establecer entonces su propio imperio comercial global. Al mismo tiempo, la monarquía hubo de seguir haciendo frente al tradicional enemigo berberisco en el Mediterráneo, reforzado gracias al trasvase de tecnología desde el Atlántico, y a la creciente amenaza francesa. Fue una época de cambios en los modelos de construcción naval, en el desarrollo de las tácticas y en la estrategia global de la Monarquía Hispánica, que el conde-duque de Olivares trató de ajustar al desafío de una guerra comercial, en la que no faltó tampoco la última gran expedición descubridora de la época. España siguió dependiendo de sus flotas y armadas para la conservación de su imperio, en lo que se revelaron claves los buques salidos de los astilleros de la cornisa cantábrica y los hombres que los tripulaban, desde los capitanes y almirantes hasta los humildes pajes y grumetes. Todas estas cuestiones y algunas más abordamos en las páginas de esta cuarta entrega de la serie que dedicamos a la historia de la Armada española, primero de los que abordarán el siglo XVII.