Descripción
En la historia de Roma hubo emperadores que, como Pértinax, pasaron sin pena ni gloria. Otros, como Constantino el Grande (reg. 306-337), ejercieron una influencia tan profunda que a partir de su reinado ciertamente puede hablarse de una nueva etapa en el Imperio romano. Sus reformas completaron la gran obra reformadora de Diocleciano, pero con una diferencia que tendría una inmensa trascendencia en los siglos venideros: la adopción del cristianismo como religión estatal, lo que de facto estableció un modelo de Estado que, en esencia, ya no sufriría modificaciones de entidad hasta el final de la historia del Imperio de Occidente (y hasta el siglo VII en Oriente). Se trata, pues, de un reinado de suma importancia para la comprensión de los dos últimos siglos de la historia de Roma y, en sentido lato, de la historia de Occidente en su conjunto. En paralelo, su decisión de fundar la ciudad de Constantinopla tendría asimismo una importancia capital en la historia de la cuenca mediterránea que se perpetúa hasta nuestros días.