Madrid 1936. Los combates de noviembre, en los que la capital se salvó contra todo pronóstico para la República, se encuentran entre los de mayor valor simbólico y más trascendentes para el desarrollo posterior de la Guerra Civil. La batalla de Madrid supuso un proceso bastante más amplio que el ataque y la defensa directos de la ciudad. En Desperta Ferro Contemporánea hemos centrado la atención en aquel otoño de 1936 en el que, además de la lucha marcada por la urgencia y dramatismo, operaron una serie de transformaciones que darían los rasgos propios de una guerra convencional y total. Conforme las “columnas expedicionarias” se aproximaban a Madrid ya daba sus primeros pasos la ayuda militar extranjera. El 23 de noviembre, Franco y el alto mando nacional acuerdan a altas horas de la noche detener el ataque. En cierto modo, esa noche la sublevación militar se acostaba como pronunciamiento para despertar como una auténtica guerra civil.
Madrid, 1936
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Descripción
Madrid, una obsesión estratégica por Hernán Rodríguez Velasco
El 25 de mayo de 1936, el general Emilio Mola, a la sazón “el director” de la conspiración que pretendía derribar al Gobierno del Frente Popular, escribía en su Instrucción reservada n.º 1 que la capital de la nación ejerce en nuestra Patria una influencia decisiva sobre el resto del territorio, a tal extremo que puede asegurarse que todo hecho que se realice en ella se acepta como cosa consumada por la inmensa mayoría de los españoles”, y por ello concluía que el “el Poder hay que conquistarlo en Madrid”.
El avance hacia Madrid por Jesús González de Miguel
El Alcázar de Toledo acababa de ser conquistado. El general Varela con sus guantes blancos, elegante, acompañado por el general Franco, recorre las ruinas del edificio cuna de la Infantería española. El coronel Moscardó, con barba crecida, delgado y gesto de agotamiento, les va dando explicaciones sobre el asedio. Los guardias civiles supervivientes, con la emoción en sus caras y gritando vivas, se agolpan a su alrededor. El general Franco deberá en parte a aquella hazaña su nombramiento como generalísimo de los ejércitos y jefe del Gobierno del Estado. La imagen va a dar la vuelta al mundo en todos los noticiarios. Toledo había caído y Madrid estaba a tiro de piedra. Iba a comenzar la batalla de Madrid.
Ejército de África. Medios y doctrina por Juan Carlos Losada
¿Por qué no cayó Madrid en 1936? Las causas cabe buscarlas en debilidades, insuficiencias y errores que padecían los insurrectos, aunque aparentemente en menor grado que las que atenazaban a los republicanos. Al final, una combinación de diversos factores como la falta de efectivos, un escaso y pobre material, el exceso de confianza y una doctrina poco adecuada para maniobrar y atacar una ciudad se conjugaron, junto con las capacidades defensivas de los republicanos, para hacer fracasar el asalto a la capital de España.
Madrid, historia de tres ciudades: combatiente, sufriente y clandestina por Javier Cervera Gil (Universidad Francisco de Vitoria)
El 21 de julio de 1936 se constataba el fracaso de la sublevación en Madrid, pero este hecho revestía a la capital de caracteres muy peculiares. La fisonomía externa tanto de la ciudad como la de sus habitantes cambió casi de la noche a la mañana. Inopinadamente, la población quedó irremediablemente dividida en dos. Por un lado, los partidarios del Frente Popular estaban felices e imbuidos del espíritu revolucionario, con unos milicianos madrileños, nuevos soldados del pueblo, convertidos en los depositarios del poder, la encarnación de la revolución. En contrapartida, los que habían deseado el triunfo de la rebelión, incluso los que, por lo que fuera, no hubieran contribuido con su esfuerzo personal, se veían ahora en situación comprometida.
La defensa de Madrid por Jesús González de Miguel
«Se nota un cambio total en la marcha de la guerra. Se ve que la defensa es de casa por casa, de solar por solar. Se defiende el terreno palmo a palmo, no con un resistencia obstinada, sino con una defensa sistemática” Así se expresaba el teniente coronel Barrón en su diario el día 9 de noviembre de 1936, la segunda jornada del asalto a Madrid por las fuerzas rebeldes alzadas contra la República. La guerra había cambiado de signo, los enfrentamientos contra paisanos armados y milicianos indisciplinados iban a tornarse en una guerra de trincheras, cuerpo a cuerpo, edificio a edificio en aquellas frías jornadas madrileñas.
La creación del Ejército Popular de la República por James Matthews (University College Dublin)
Ni los conspiradores militares que se alzaron contra el Gobierno republicano en 1936, ni los partidos y sindicatos de izquierdas cuyos militantes se movilizaron contra el golpe esperaban que la lucha se prolongara más allá de unas pocas semanas. En ese sentido, fue necesario un cierto equilibrio de fuerzas que permitiera que un golpe parcialmente exitoso evolucionara hacia un conflicto armado generalizado que se prolongó durante tres largos y violentos años. La exitosa defensa aseguró una guerra larga y coincidió con cambios fundamentales en la forma en la que el Gobierno decidió enfrentarse a sus enemigos. De la dependencia sobre columnas milicianas formadas improvisadamente para detener una sublevación se pasó a un proceso de militarización y regularización que dio lugar a un Ejército Popular de la República mucho más convencional. Por tanto, la naturaleza de las fuerzas armadas que defendían la zona gubernamental cambiarían significativamente entre octubre de 1936 y la primavera de 1937.
El frente del arte por Francisco Gracia Alonso (Universitat de Barcelona) y Gloria Munilla (Universitat Oberta de Catalunya)
Tras el fracaso de la sublevación militar en Madrid, el Gobierno de la República reaccionó con rapidez y, el 23 de julio, creó una Junta con el objetivo de “incautar todos los objetos de arte o históricos que se encuentren en los palacios ocupados” para trasladarlos a centros oficiales. El 4 de septiembre de 1936 Juan Negrín fue nombrado ministro de Hacienda en el gabinete de Largo Caballero. Su principal objetivo será conseguir y ejecutar todos los recursos económicos necesarios para asegurar la disponibilidad de fondos para sostener la guerra. Por ello prohibirá la exportación de moneda y lingotes de oro y plata para impedir el empobrecimiento del Tesoro Nacional. Pero era evidente que el mantenimiento de un conflicto que se preveía largo y duro no podía sustentarse tan solo en las reservas existentes, sino que había que pensar en emplear todos los recursos que pudieran obtenerse.
Arqueología en la Ciudad Universitaria por Carlos Marín Suárez (Universidad Complutense de Madrid)
Los restos arqueológicos de cronología contemporánea de la Ciudad Universitaria, pese a su especial relevancia, no sólo no están protegidos sino que prácticamente no habían sido investigados antes de nuestro proyecto. Seguramente el relato general, la Historia de la Guerra Civil, no vaya a cambiar como consecuencia de las intervenciones arqueológicas, pero tras nuestra intervención sí hemos podido añadir pequeñas historias de los combates en el campus y de la vida cotidiana de los soldados en las trincheras, conformando narrativas diferentes y originales a partir de la cultura material contemporánea. En el caso concreto de la guerra, permite aproximarnos a la experiencia bélica de una forma mucho más tangible y cercana que las narrativas historiográficas convencionales.
Y además introduciendo el n.º5, Operación Sonnenblume. Bautismo de fuego del Afrikakorps por Douglas Porch (Naval Postgraduate School, US Navy)
El éxito de Compass avivó la urgencia de los preparativos alemanes para intervenir en el Mediterráneo, que se remontaban al verano de 1940. El 11 de enero de 1941 Hitler ordenó la Operación Sonnenblume («Girasol»), la intervención de un “destacamento especial de bloqueo” en el norte de África La primera opción de Hitler para “comandante en jefe de las tropas alemanas en Libia”, Erich von Manstein, fue descartado en favor de Erwin Rommel, uno de los héroes de la batalla de Francia, “que sabe cómo inspirar a sus tropas”. Sus órdenes eran establecer una línea defensiva cerca de Buyarat, en el golfo de Sirte, y usar sus tropas móviles para repeler cualquier intento de flanqueo por parte británica, pero Rommel era la quintaesencia del soldado combativo y capaz de asumir riesgos que, tras haber dominado los principios de la guerra móvil en Francia, llegó a la conclusión de que, como comandante del ejército más débil, debía mantenerse a la ofensiva para sobrevivir.