El Imperio romano de Trajano a Marco Aurelio

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“Quise someter a dacios masacrados. Los sometí. Quise sentarme en un asiento de paz. Me senté. Quise tomar parte en triunfos famosos. Lo hice. Quise todas las recompensas de un centurión. Las he tenido. Quise ver ninfas desnudas. Las vi”. (AE, 1928,27). Así reza el epitafio de un anónimo centurión de la época de Trajano encontrado en el norte de África. El Imperio romano alcanzó el culmen de su poder durante la dinastía Ulpia-Aelia de los cinco emperadores buenos de los que hablaría Maquiavelo: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. El Imperio romano de Trajano a Marco Aurelio, se mantenía merced del ejército romano, cuyo elemento principal eran, las legiones. En este número analizaremos el papel de éstas, y también a los hombres que las componían, con sus capacidades físicas y con su sostén ideológico y espiritual. No olvidamos tampoco a los auxiliares, que representan, la capacidad romana para integrar al enemigo, como es el ejemplo de los sármatas. Ahora, vais a ser reclutados en la legión y lucharéis contra dacios y partos, contra alanos y mauri. La paz solo llegará cuando acabéis de leer el número ¡Esperemos que os dure menos que los veinte años que tardaba un legionario en licenciarse!

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Descripción

Las legiones del siglo II d.C., por Julio Rodríguez González

Las legiones fueron durante toda la historia de la antigua Roma el elemento fundamental de su ejército. Creadas en los tiempos de la Monarquía (753-509 a.C.), afinadas y puestas a punto en época republicana (509-27 a.C.), durante los primeros tiempos imperiales se convirtieron en la más perfecta máquina militar que había existido hasta esos tiempos y en el siglo II llevaron (junto a las unidades de auxiliares, naturalmente) las fronteras romanas a su máxima extensión.

Los dioses entran en campaña. Los cultos militares en las legiones del Imperio, por Francisco José Gómez Fernández

El culto que los legionarios romanos rindieron a sus dioses fue adquiriendo un valor especial para la tropa a lo largo de los siglos, y alcanzaron un momento de clara definición y apogeo en el siglo II. Más allá de “simples” ritos, en el estudio de estas deidades “guerreras” y de las razones que justifican el favor que merecieron de la tropa nos encontramos con el  elemento fundamental del ejército imperial romano, el alma del legionario.

El legionario romano del s. II d.C., por José Sánchez Toledo 

Desde el  mundo actual en que vivimos, fundamentado en la tecnología, la ciencia, el bienestar y la opulencia, no estamos capacitados ni para tan siquiera imaginar la vida hace 1.900 años. Para hacer este viaje debemos despojarnos de todo, y una vez sin nada ver lo que nos queda. Nada más que el hombre en su  sentido genérico, y eso es todo: sus fortalezas y debilidades. Tendremos que transportarnos a un mundo en el que únicamente había personas, mitos, mística, honor, miedo, gloria, dioses protectores o deidades sacrificadoras, así como crueles  y despiadados enemigos, demonios de la noche y letales plagas. La prosaica existencia que hoy en día llevamos nos hará imposible la evocación de aquellos tiempos donde lo espiritual e intangible, a menudo, gobernaba la vida de aquellas gentes. Pero este es el trabajo de la recreación histórica.

El legionario romano del s. II d.C., por José Sánchez Toledo

Tríptico desplegable: El Imperio romano en el siglo II d. C. por Carlos de la Rocha

Enemigos de Roma: la caballería sármata, por Fernando Quesada Sanz, Universidad Autónoma de Madrid

Jinetes y caballos completamente acorazados con armaduras de escamas superpuestas huyen de la caballería romana. Algunos llevan arco compuesto recurvado y se vuelven sobre su montura para disparar; otros portan lanza empuñada y espada recta. Esta batalla aparece en las szene XXXI y XXXVIII (láminas 23 y 28 de la obra ilustrada de C. Cichorius de 1896) de la columna historiada que el emperador Trajano mandó erigir en Roma para recordar sus triunfos en la Dacia, al otro lado del Danubio.

Limes Imperii: la frontera del Imperio, por Ángel Morillo Cerdán, Universidad Complutense de Madrid

Las conquistas de Augusto sitúan las fronteras del Imperio ante obstáculos o límites geográficos naturales, que condicionaban por sí mismos la geopolítica regional. El océano Atlántico como límite occidental de Mauritania, Hispania, Galia, Britania y Germania; o las costas orientales del mar Negro y el mar Rojo, en el extremo contrario; el desierto del Sahara para las provincias norteafricanas y el desierto arábigo y el Éufrates, en Siria; los montes de Armenia, al este de Anatolia; y finalmente, ríos anchos y caudalosos como el Rin y el Danubio para las provincias del norte. Ríos, mares, desiertos y montañas suponían importantes barreras ante cualquier invasor, que no impedían el paso pero sí lo dificultaban.

Las guerras dácicas, por Alberto Raúl Esteban Ribas

A principios del siglo II Roma se encontraba en el cenit de su poderío. Al frente del Imperio se encontraba el hispano Marco Ulpio Trajano. El nuevo emperador era un reconocido militar que quería recuperar el sueño expansionista de los grandes tiempos de César y Augusto. Frente a él, al otro lado del Danubio, el rey de los dacios, Decébalo, se resistía a la influencia romana. El conflicto no tardaría en estallar.

La guerra parta de Trajano, por Seán Hußmann

En su confín oriental, el imperium sine fine compartía frontera con un estado que, como él, aspiraba al poder universal. No es pues de extrañar que las relaciones entre la superpotencia mediterránea y el Imperio parto, gobernado por un monarca absoluto que se autotitulaba šahan šah –“rey de reyes”–, fueran cuando menos tensas, cuando no degeneraban en guerra abierta.

Ektaxis kata Alanoon Acies contra Alanos Lucio Flavio Arriano

Acies contra Alanos, por Alberto Pérez Rubio

En 135 d. C. Lucio Flavio Arriano, gobernador de Capadocia, hubo de repeler una incursión de los alanos contra su provincia. Las disposiciones tácticas que adoptó quedaron recogidas en su tratado Ektaxis kata Alanoon, o Acies contra Alanos: orden de batalla contra los alanos.

Incursiones de los mauri en la Bética, por Marcos Uyá Esteban

No solo en el norte y en el este Roma tuvo que librar grandes campañas para ampliar y salvaguardar sus fronteras durante el siglo II. En una región inhóspita como la Mauretania Tingitana, situada en el oeste del actual Marruecos, las tribus seminómadas que la habitaban, conocidas como los mauri, pusieron en jaque en más de una ocasión al poder romano en la zona. Tal ímpetu incluso atravesó el Mediterráneo para llegar a las ricas tierras de la Bética, que sufrió en sus carnes el ataque de estas indómitas poblaciones.

Reseñas de libros, miniaturas y juegos.

Y además, introduciendo el nº 12: Las invasiones mongolas de Japón, por Stephen Turnbull, Universidad de Leeds

El vasto imperio mongol, establecido durante la primera mitad del siglo XIII por Gengis Kan y ampliado y consolidado por sus descendientes, es sin duda uno de los fenómenos más exitosos de la historia militar mundial. Este artículo, sin embargo, se centra en torno a uno de sus pocos fracasos: la invasión de Japón.

 

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