Guerra y religión, religión y guerra. Dos realidades humanas que, a menudo, si no siempre, han ido unidas. La una habla de trascendencia y la otra supone la amenaza hacia un trance último en el que la invocación a la divinidad se vuelve el último recurso. En este número ofrecemos una mirada sobre los distintos aspectos de esta interrelación con características y fenómenos diferentes. Comenzamos en la edad del Hierro del antiguo Israel para continuar con las prácticas guerreras de los pueblos del Occidente protohistórico. Sin embargo, será con la expansión del Islam y, luego, las Cruzadas con las que la leyenda quedará fraguada. Pasearemos por el México precolombino, por los conflictos de Tannenberg, Grunwald o Zalgiris provocados por el argumento del drang nach osten y por las guerras husitas. Deus vult!
Religión y Guerra 2ª edición
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Descripción
Herem: el exterminio sagrado en el antiguo Israel, por Jordi Vidal, Universitat Autonoma de Barcelona
En los relatos bíblicos sobre la conquista israelita de Canaán a principios de la Edad del Hierro (ca. 1200-1000 a. C.) aparece con frecuencia el concepto del “exterminio sagrado”, designado a partir de la palabra hebrea herem (palabra que en ocasiones también se traduce como “anatema”, “prohibición” o “tabú”, entre otros).
Santuarios guerreros en la Protohistoria europea, por Francisco Gracia Alonso, Universidad de Barcelona
Con los ejércitos aliados a las puertas de París, la noche del 30 de marzo de 1814 el mariscal Jean Mathieu Philibert Sérurier, gobernador de los Inválidos, ordenó quemar las 1.417 banderas y estandartes tomadas al enemigo durante las guerras de la Revolución y el Imperio conservadas en el palacio, así como la espada y las insignias de Federico II de Prusia, y arrojar las cenizas al Sena. Cuando, a la mañana siguiente, un ayudante de campo del zar se presentó para recuperar las enseñas, éstas ya habían sido destruidas en “el incendio más glorioso que jamás se alumbró”. La gloria de un ejército, simbolizada en los trofeos tomados al enemigo, no perece ni en la derrota.
La guerra de Varo 4 a. C. Roma reprime la guerra civil en Judea, por Sidney Dean
Publio Quintilio Varo es sobre todo conocido por su derrota en 9 d. C. en la batalla del bosque de Teotoburgo, en el norte de Germania. Años antes de ser enviado a Germania, en 7 a. C., Varo fue nombrado gobernador de Siria, la provincia más oriental de Roma. Desde la capital, Antioquía, era también responsable de las relaciones –y del control– de Roma sobre el vecino reino cliente de Judea. Cuando Judea estalló en una gran guerra civil, con múltiples bandos, le cupo a Varo restaurar el orden en esta región de vital importancia estratégica, algo que consiguió con toda la fuerza y brutalidad de que disponía. El Seder ‘Olam Rabbah, una historia judía recopilada en el siglo II d. C., registra este conflicto como “La guerra de Varo” –Polemos shel Varos–.
La Cruz de Heavenfield: Guerra y conversión en Northumbria, por Miguel A. Badal Salvador
Durante la primera mitad del siglo VII se produjo la consolidación política de los diferentes reinos germánicos que, a costa de los territorios célticos, se habían ido formando en la parte oriental de Britania desde la caída del poder romano. En el año 597 arribó a la isla una misión procedente de Roma, encabezada por un monje llamado Agustín, con el objetivo de cristianizar a los todavía paganos pueblos anglosajones.
Ismaelitas y cruzados. Historia y leyenda de los asesinos, por Farhad Daftary, Institute of Ismaili Studies
Los ismaelitas representan una minoría importante de la comunidad de musulmanes chiitas, que actualmente constituye alrededor del 10 % del 1.300 millones de musulmanes que habitan en el mundo. Los ismaelitas se han ido dividiendo en una serie de ramas a lo largo de su larga y compleja historia, que se retrotrae hasta el siglo VIII. La principal rama, conocida como los ismaelitas nizaríes, se hizo famosa en la Europa medieval gracias a los cruzados y sus historiadores occidentales: los “asesinos”, con todo un cúmulo de mitos y leyendas sobre sus prácticas secretas.
La Guerra Florida en el mundo azteca-mexica, por Marco A. Cervera Obregón, Universidad Iberoamericana, México
La idea de la Guerra Florida es un concepto casi exclusivo de los mexicas, mejor conocidos como aztecas, y que ni puede ni debe ser aplicado a otras sociedades mesoamericanas, aun cuando en otras latitudes y momentos históricos prehispánicos se desarrollen conflictos bélicos con algunas bases rituales parecidas.
1410 La batalla de Tannenberg /Grunwald, por Stephen Turnbull, Universidad de Leeds
La batalla de Tannenberg, que enfrentó en 1410 al reino de Polonia y a la Orden Teutónica, marcó el comienzo de una de las más acerbas guerras de religión en la historia europea, y los vivos sentimientos nacionales que despertó son todavía patentes en el hecho de que el combate se conoce alternativamente como Tannenberg en alemán y Grunwald en polaco. La relación que se estableció entre la batalla de Tannenberg de 1410 y la otra Tannenberg de 1914 no hace sino añadir combustible a unos sentimientos de naturaleza explosiva que continúan haciendo de ésta algo más que sólo otra batalla del Medievo.
El arte militar de los husitas, por Petr Cornej, Univerzity Karlovy
La era husita, a caballo entre los años 1402 y 1485, es uno de los períodos más sobresalientes y, a la vez, más controvertidos de la historia checa. El movimiento husita comenzó con el intento de hallar una salida al laberinto de fenómenos críticos que afligían a Europa occidental y meridional desde mediados del siglo XIV, pero que no vinieron a sacudir a las tierras checas con toda su fuerza hasta poco antes del año 1400.
Reseñas de libros, miniaturas y juegos.
Y además, introduciendo el nº 10: La guerra en Oriente Próximo De la definición de su historia a la metódica destrucción de sus fuentes en la hecatombe de Iraq, por Joaquín María Córdoba, Universidad Autónoma de Madrid
Suelen recordarse en el inicio de cualquier reflexión sobre la guerra antigua, las palabras que Platón puso en boca de Clinias, cuando en sus Leyes dice que lo que la mayoría de los hombres llama paz es una simple apariencia, puesto que en realidad y por su propia naturaleza, todas las ciudades están en permanente estado de guerra no declarada (Leyes, 626 A). De hecho, la situación fue así durante la era clásica grecorromana, pero a nada que pensemos en ello, convendremos que las palabras de Platón encajan aún más en cuanto a Oriente se refiere.